En una Plaza de Mayo colmada, a pesar de la lluvia, Cristina Fernández de Kirchner desplegó una descomunal demostración de poder y centralidad política, ubicando estratégicamente cerca suyo a las figuras de la generación a la que bendijo para tomar la posta de la conducción. Sin perder el tiempo en candidaturas, habló del programa de gobierno que necesita la Argentina.
En lo respectivo exclusivamente a su discurso, CFK no introdujo elementos novedosos de línea política que no haya estado presente en sus últimas apariciones públicas. A lo largo de una hora planteó la necesidad de un acuerdo nacional con dos objetivos.
El primero, económico, es afrontar la renegociación con el FMI y encarar la transformación de la estructura productiva a través de una alianza estratégica entre lo público y lo privado. El segundo, político, tiene que ver con la renovación del pacto democrático, el cual debe necesariamente comenzar con la reforma del sistema judicial, empezando por su cúpula, la Corte Suprema de Justicia, la cual calificó como “camarilla indigna”.
Programa por sobre candidaturas
Como era de esperarse, Cristina no adelantó nada sobre estrategia electoral, ni hizo referencia alguna a posibles candidaturas. Pese a que era poco probable que la vicepresidenta adelantara su jugada -la cual siempre se reserva en el máximo de los secretos para maximizar sus resultados- en las horas previas al acto se elevaron las expectativas por lo descomunal de la convocatoria.
Medio millón de personas presentes, un escenario gigantesco, 1.500 invitados en el corralito frente al escenario y 300 invitaciones especiales hechas personalmente por la propia líder peronista fueron los condimentos que hicieron creer a más de uno que “habría algo más” en este acto.
Sin embargo, nada de lo que realiza CFK es accidental. Con su elección de temas para hablar y el volumen del acto montado, Cristina pareció afirmar que nunca dará señales tan obvias sobre su estrategia y que no se plegará siquiera a los pedidos de algunos propios que esperan la “jugada magistral” que ordene absolutamente todas las piezas. De hecho, reiteró en varias ocasiones la necesidad de organización y de programas.
“Una sola persona no puede. Tiene que haber una organización. Tiene que haber cuadros que tomen la posta y lleven adelante el programa de gobierno que necesita la Argentina”, dijo la vicepresidenta, remarcando que la cita del 25 no fue para seguir ocupando el tiempo hablando de candidaturas, sino para hacer un llamado a los “hijos de la generación diezmada” para que finalmente “tomen la posta” con un programa claro de gobierno como tanto ha reclamado ella cuando les recordó que tenían el “bastón de mariscal en la mochila” y que es tiempo que lo usen.
La gestualidad del palco también dejó señales fuertes, especialmente con el lugar privilegiado y de máxima cercanía de Axel Kicillof, Máximo Kirchner, Eduardo “Wado” de Pedro y Sergio Massa, las principales figuras del dispositivo político que diseña CFK para los próximos años. Qué lugar ocupará cada uno de ellos en el futuro inmediato aún está por verse.
También ocuparon un rol central su familia. Inmediatamente atrás de la vicepresidenta se ubicaron dos de sus nietos, Néstor Iván, de 9 años, y Emilia, de 6, los dos hijos del diputado nacional Máximo Kirchner. Junto a ellos, su madre —y expareja de Máximo—, la dirigente santacruceña Rocío García, y su actual esposa, Jessica Montiel.
Cristina no perdió oportunidad para afirmar que jamás piensa “jubilarse” ni dedicarse exclusivamente a “cuidar a los nietos“, pero el tono personal del discurso, mostrándose junto a su familia y también junto a las principales figuras que podrían ser los nuevos rostros de la dirigencia también configura una señal en sí misma: CFK siempre mantendrá el liderazgo y centralidad, pero es tiempo que otros pasen al frente.
Además, la dos veces presidenta ubicó en el escenario no sólo a familia y a su dispositivo, sino también a la plana mayor de la enorme mayoría de la dirigencia peronista, tanto de la actualidad como del pasado (a través de figuras como Carlos Zannini, Nilda Garré o Daniel Filmus), tratando de establecer un hilo conductor entre aquella experiencia política y la que propone ahora. Como dijo en noviembre, en La Plata, “podemos volver a hacerlo porque ya lo hicimos”.
Además, otra señal de dicha foto, la muestra a CFK como la lideresa indiscutida del peronismo, por encima de cualquier ambición ajena carente de consenso, Cristina es el eje gravitacional del mayor movimiento político del país.
El palco de Cristina
En el palco de la vicepresidenta, detrás de Massa, se ubicaron también el ministro de Ciencia y Tecnología, Daniel Filmus, al presidenta de la Cámara de Diputados, Cecilia Moreau, el Ministro de Desarrollo de PBA, Andrés “Cuervo” Larroque, el diputado, Hugo Yasky, el senador, Oscar Parrilli y la gobernadora de Santa Cruz, Alicia Kirchner.
También cerca de Cristina estaban el ex secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini, el ex gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Felipe Solá, la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, el titular de la UOM, Abel Furlán, la ex ministra de Seguridad, Nilda Garré, y Taty Almeida, de Madres Línea Fundadora.
Otra de las presencias fue la del gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, el secretario general de SMATA, Paco Manrique, los diputados Carlos Heller y Eduardo Valdés. También estuvo el ministro de Defensa, Jorge Taiana, la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, la senadora Anabel Fernández Sagasti, el dirigente social, Juan Grabois, el senador Mariano Recalde y los diputados Leopoldo Moreau y Leonardo Grosso.
Los ejes de su discurso
Cristina mostró al peronismo unido bajo el sello de su persona, cerró filas internas y hasta ensayó una defensa -con diferencias- del gobierno del Frente de Todos (FdT), el cual casi inevitablemente cambiará su nombre de cara a estas elecciones.
Sobre todas las cosas, mostró una alianza inquebrantable y directa con la militancia peronista, alianza que ningún otro dirigente de la política nacional tiene con su base de representación. “Yo soy del pueblo”, remarcó, para delirio de la multitud.
“El peronismo está unido, tiene conducción y la militancia se fue contenta a la espera de una definición electoral”, sintetizó Larroque.
Los ejes del discurso de CFK, sobre materia económica, política y judicial, se presentaron como un pliego de condiciones irrenunciables para conformar el programa de gobierno que le exige a la dirigencia peronista. Cristina no quiere repetir la experiencia sufrida con Alberto Fernández. No hay margen para que un candidato que llegue eventualmente a presidente de la mano del armado político que ella encabeza se aparte de las medidas que el país y la inmensa mayoría de la población necesita.
Quizás el punto más álgido del discurso se trazó sobre el tramo del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
“Si nosotros, los argentinos y argentinas no logramos que ese programa que el Fondoimpone a todos sus deudores, sea dejado de lado y nos permita elaborar un programa propio de crecimiento, de industrialización, de innovación tecnológica, va a ser imposible pagarlo por más que digan lo que digan”, dijo Cristina.
En este tramo, se vio notablemente incómodo al ministro de Economía, responsable del vínculo con el organismo de crédito. Massa busca resolver en un plazo de dos semanas la renegociación con el fondo, mientras realiza otras gestiones con otros países.
De hecho, y con ese objetivo en mente, este domingo se refrendará la sociedad conformada entre el kirchnerismo y el massismo cuando viaje junto a Máximo Kirchner a China en busca de la ampliación del swap de monedas. Con un viaje de 28 horas por delante, los dos referentes también podrían avanzar en la conformación de la listas de cara a los comicios.
El final de su discurso fue un pedido de Cristina a la militancia para que redoblen los esfuerzos en movilizar para concientizar sobre la situación “que vive la Argentina en materia de endeudamiento, de falta de dólares y de corridas cambiarias”.
“Esto es tarea militante. Hay que romperse lo que hay que romperse y lo tienen que hacer todos y todas”, pidió la vicepresidenta.
Para el cierre, cuando la Plaza esperaba una definición electoral, Cristina optó por un mensaje personal. Agradeció especialmente la declaración televisiva de “una compañera de González Catán” que la miró “con sensibilidad de mujer” y dijo que fue “el amor” lo que la sostuvo en pie este tiempo, en especial tras el intento de magnicidio que sufrió.