"Seguimos llorando y pidiendo que aparezca el cuerpo para darle sepultura": siguen los testimonios en la Megacausa Zona 5

El pasado jueves 16 de febrero se llevó adelante la audiencia número 44 del juicio por Delitos de Lesa Humanidad conocido como Megacausa Zona 5. Durante ella declararon solamente tres testigos.

Entre los testimonios, se trató el caso de una víctima que realizaba el servicio militar obligatorio y el de un joven salteño que vino a Bahía Blanca para realizar una carrera universitaria. Ambos continúan desaparecidos.

Un año del juicio contra 37 imputados

Este 17 de febrero, el desarrollo del juicio cumplió un año desde su inicio. Cuenta con 37 imputados que son juzgados por delitos aberrantes como secuestros, torturas, violaciones, asesinatos, desapariciones y robo de bebes, en perjuicio de 333 víctimas.

Entre tanto, el Tribunal Oral está compuesto por los jueces Ernesto Sebastián, Marcos Aguerrido y Sebastián Foglia.

Los testimonios de la última jornada

Los dos primeros testimonios escuchados fueron en relación al caso de la víctima Eduardo Alberto Colella, joven marplatense que se encontraba prestando servicio militar obligatorio en el Regimiento de Caballería de Montaña 181 de la localidad de Esquel.

En noviembre de 1976, la policía allanó el domicilio de sus padres en Mar del Plata  buscando conocer el paradero de Eduardo. Días más tarde, Colella fue privado de la libertad en el propio regimiento, retirándosele todos los objetos personales.

Según la fiscalía, la víctima fue nuevamente trasladado en un avión con destino a Bahía Blanca, junto a otros detenidos encapuchados y esposados. Allí quedó a disposición del Comando del Vto. Cuerpo de Ejército para una supuesta investigación de antecedentes. Luego de esto el Ejercito le informa a su familia que el soldado debía reincorporarse a su guarnición y al no hacerlo lo declararon “desertor”.

“Como si hubiera explotado la bomba atómica dentro de la casa”

Uno de testigos fue su cuñado, Ricardo Yacachury, quien relató el extenso recorrido familiar en la búsqueda de su cuñado, quien al día de hoy sigue desaparecido.

Ante el allanamiento en la casa familiar, dos días antes del secuestro de la víctima, el testigo contó que “vinieron prepotentemente, apuntando a los chicos con las armas. Fue una situación muy violenta.”

“Detrás de todo esto hay un montón de idas y venidas y hoy estamos a 16 de febrero de 2023 y esto pasó el 10 de noviembre de 1976, tenemos pilas de papeles, de notas, de cartas de uno para el otro y todavía esto no terminó.

Hoy todavía estamos tratando de dilucidar que es lo que paso con mi cuñado, donde esta, quien se lo llevo, como sucedieron las cosas… Acá el tema es Memoria, Verdad y justicia.

Memoria porque necesitamos saber que pasó y que la gente se acuerde de lo que pasó, para que no pase más, porque todo lo que nosotros hagamos hoy para el presente y para el futuro, depende de la Memoria que tengamos.

Verdad, porque es situación sine qua non para poder resolver todo esto, que cada uno diga la verdad que corresponde y se haga cargo y sin Justicia no podemos mensurar ni interactuar entre nosotros, es casi el factor más importante, por eso la Justicia tiene una extrema responsabilidad. Es la única responsabilidad que en la vida le van a pedir a esta gente, responsabilidad en su trabajo”

Al referirse a la búsqueda familiar, su relato dio cuenta del tiempo transcurrido con impunidad y sin respuestas:

“Mi suegro ese 10 de noviembre empezó la agonía y murió. Y mi suegra, Madre de Plaza de Mayo, deambuló pobre con su cuerpo todo lo que pudo y también murió. Y nosotros que quedamos acá, habiéndolo vivido, también nos vamos a morir. ¿Y quién va a responder por esto? ¿Y ante quien van a responder por esto?”

Contó que entre las respuestas que el Ejército le dio a su suegro, una fue que Eduardo paso por Bahía Blanca y que:

“No habiéndosele comprobado actuaciones subversivas, se le había indicado que volviera a su regimiento en Esquel y se le había provisto de los medios para hacerlo… Eduardo jamás volvió a su regimiento. No volvió a ningún lado, todo un cinismo.

Dando cuenta de parte de las consecuencias que tuvo la desaparición de Eduardo, expreso que

“En la familia con toda esta situación es como si hubiera explotado la bomba atómica dentro de la casa. La vida de cada uno de nosotros después de eso, jamás fue igual, la familia se aniquiló, nuestros sueños, planes, se vinieron abajo. Para nosotros fue devastador. Y si hoy estamos hablando de lo mismo es porque esto no terminó. Y encima hoy hay gente que reivindica este tipo de situaciones padecidas. Inadmisible, felinesco.”

Para cerrar el testigo dio cuenta que Eduardo le faltaba una materia para recibirse de Maestro Mayor de Obra, que también era militante de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) mientras estudiaba, y que “era un pibe alegre, generoso, solidario, buen hijo, todo lo bueno que te podés imaginar de una persona.”

Por el caso del conscripto Eduardo Colella también declaró Osvaldo Abbadie, amigo de la víctima y compañero de militancia en la UES y el peronismo.

“Deserción”, la pantalla para encubrir las desapariciones forzadas.

A lo largo de los ocho juicios realizados en la ciudad de Bahía Blanca, ha quedado en evidencia que el desarrollo de inteligencia y la práctica de desaparición de conscriptos fue una metodología utilizada por las Fuerzas Armadas, como lo demuestran los casos de Eduardo Colella en este juicio, pero también de Teodoro Bonfiglio, Guillermo Aguilar, Leonel Saubiette, Helvio Mellino y Manuel Ruzo en los restantes, empleándose el mecanismo de la “deserción” para ocultar la desaparición forzosa.

“Uno de los primeros hijos de obreros que lograban llegar a la universidad”

El ultimo testigo de la jornada fue Mario Cortez, hermano de José Antonio Cortez, quien fue asesinado en Bahía Blanca el 5 de febrero de 1977 junto a Ricardo Osvaldo Cuesta, ambos victimas de esta Megacausa.

José Antonio tenía 22 años y era oriundo de la provincia de Salta. Estudiaba Ingeniería Química en la Universidad Nacional del Sur y militaba en la Juventud Universitaria Peronista. Vivía con su pareja, Elizabeth Frers, quien por esos días también fue secuestrada y asesinada en un falso enfrentamiento.

El 5 de febrero de 1977, mientras la víctima se encontraba esperando a una persona en Viamonte al 600 de Bahía Blanca, un grupo de efectivos del ejército y de la policía intentó interceptarlo en la vía pública.

Tras buscar refugio en una obra en construcción, José Cortez fue fusilado y el hecho difundido falazmente como un enfrentamiento.

El certificado de defunción y el Registro de Inhumaciones del Cementerio local, informan que los restos fueron inhumados como N.N. “abatido por la patrulla militar”.

A pesar de la intensa búsqueda realizada por la familia, y de las pericias practicadas en el marco de esta investigación en terreno del cementerio, los restos de José Antonio Cortez nunca fueron hallados, por lo que continúa desaparecido.

El testigo relató que su familia, de procedencia obrera y trabajadora de los ingenios azucareros, pudo colaborar con el estudio de algunos de sus hijos.

A el lo mandan a estudiar a la Marina, a Puerto Belgrano, desde el año 70 al 76 y su hermano José, estudia Ingeniería química en al UNS.

“La llegada de mi hermano a la universidad era un hito importante en nuestra familia porque uno de los primeros hijos de obreros que lograban llegar a la universidad, por una conexión que en mi familia somos todos de pensamiento peronista. Desde cuna fuimos formándonos y mi hermano con ese pensamiento y esa formación, llegó a la universidad.”

Entre los compañeros de militancia de su hermano que conoció, se encuentran varias victimas desaparecidas y asesinadas, como Rubén Cerdá, José Garza, “Benjamín” que era Gustavo Yotti y Ricardo Cuestas, alias “Diente” entre otros.

Entre esas reuniones, Cortez asegura que se había infiltrado un tal “Julián” que con el tiempo supo que era el genocida y torturador Julián Corres, fallecido antes de ser condenado.

Por conocer desde dentro la Base Naval, el testigo también pudo dar cuenta de un centro de información de la Marina, que funcionaba en el edificio del supermercado SADOS en Bahía Blanca, un supermercado perteneciente a la Armada. Sus instalaciones servían como base de la recolección de datos que nutrirían la Inteligencia de la Marina.

“El 5 de febrero de 1977, nos enteramos que muere mi hermano, dice en un supuesto enfrentamiento, pero fue secuestrado. Mucho tiempo después viajo a Bahía Blanca, pero no sé dónde está el cuerpo de mi hermano porque por seguridad no pude viajar en ese momento.”

Sobre el final, el testigo pidió a la justicia poder recuperar el cuerpo de su hermano:

“Esta perversidad de la técnica de la desaparición, hace que nosotros después de 46 años, sigamos llorando y pidiendo que por lo menos aparezca el cuerpo para darle sepultura, que este cerca de nosotros y para tranquilidad de quienes sufrimos esta perversidad…de ocho que éramos en la familia quedamos tres, nos estamos muriendo y por lo menos queremos traerlo”.

Y concluyo refiriéndose a los genocidas:

“Me pregunte varias veces, ¿Dónde los educaron? ¿De dónde salió esta gente?… Secuestros de niños, vuelos de la muerte, tirar gente viva al mar, abuelas secuestradas, niños robados… Yo pregunto cómo serán en su casa, ¿que paz pueden tener…? En nuestra cabeza no existe eso.”

¿Cuándo siguen las audiencias?

Las audiencias continuarán el próximo día jueves 23 de febrero, desde las 9hs, en la sede del Tribunal Oral de Chiclana y Lavalle de nuestra ciudad.

Cuadragesimocuarta audiencia de la Megacausa Zona 5 (16 de febrero de 2023)

Los juicios son orales y públicos y puede concurrir cualquier persona que así lo desee, con su DNI.

Las audiencias se emiten de manera virtual por el canal de YouTube de la Subsecretaria de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires y por el canal del Poder Judicial, en cuyos canales se pueden encontrar subidas todas las audiencias realizadas durante el año 2022, así como en el micrositio de la Megacausa Zona 5 en El Ágora Digital.

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