Diputados libertarios rompen el pacto democrático y piden privilegios para genocidas condenados

Beltrán Benedit

En un hecho que socava los cimientos de la democracia argentina, cinco diputados nacionales de La Libertad Avanza visitaron el penal de Ezeiza para reunirse con represores condenados por delitos de lesa humanidad durante la última dictadura cívico-militar.

El grupo, integrado por los legisladores Beltrán Benedit, Lourdes Arrieta, Alida Ferreyra, Guillermo Montenegro y María Fernanda Araujo, mantuvo un encuentro el pasado 11 de julio con genocidas reconocidos como Alfredo Astiz, Raúl Guglielminetti y Carlos Suárez Mason, quienes purgan condenas a prisión perpetua por crímenes aberrantes que incluyen torturas, desapariciones forzadas, robos de bebés y asesinatos.

Esta reunión sin precedentes representa un desafío directo a la justicia, que ha rechazado sistemáticamente las solicitudes de prisión domiciliaria de estos represores pese a su avanzada edad, en virtud de la gravedad de sus delitos contra los derechos humanos.

No obstante, los diputados libertarios han decidido brindarles una plataforma institucional para discutir estrategias encaminadas a lograr su liberación.

La excusa esgrimida por Benedit fue que visitarían a “ex combatientes”, pero entre los represores presentes había civiles integrantes de patotas y ex policías, así como el mismo Astiz, quien se rindió en las Islas Georgias sin disparar un tiro durante la Guerra de Malvinas.

Este encuentro generó indignación y malestar en amplios sectores de la sociedad argentina, que ven en él una afrenta a las víctimas del Terrorismo de Estado y un intento de reescribir la historia reciente del país. Lamentablemente, no es la primera vez que el oficialismo libertario muestra señales preocupantes de revisionismo histórico y apología de la violencia estatal y del Terrorismo de Estado.

También asistió la diputada del patito en la cabeza

Entre la lista de los diputados que asistieron se encuentra la mendocina Lourdes Arrieta, quien tomó cierta notoridad pública no tanto por su labor legislativa, sino por haber asistido a una sesión legislativa portando un patito de plástico “kawaii” en su cabello, lo que generó estupor y polémica.

El gesto, por demás frívolo e inapropiado para el recinto parlamentario, se interpretó en su momento como una muestra más de la falta de seriedad y respeto por las instituciones que caracteriza al oficialismo libertario.

No obstante, detrás de la superficial estulticia e irracionalidad de la actitud, encuentra refugio un mensaje más siniestro: la reivindicación del Terrorismo de Estado y la banalización de los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura.

 

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