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martes, abril 16, 2024

El mundo según un asesino

Un documento de 1976 permite acceder al desordenado conjunto de ideas y etiquetas en que basó el accionar criminal de Remus Tetu, en la antesala de la última dictadura. Muy presente, aquel pasado tiene algo que decirnos.

Se han cumplido hace algunas semanas 47 años. A las 9 y 20 de la mañana del 5 de octubre de 1976, Remus Tetu se sentó frente al juez Guillermo Madueño, el secretario judicial Hugo Sierra y la fiscal María del Carmen Vandulciel. Declaró ser docente, lo cual era cierto, aunque sus supuestos grados y posgrados académicos en Sociología nunca fueron acreditados por completo. Era plena dictadura: fuera del Juzgado, en las calles, durante el día reinaba el silencio y, por las noches, el accionar de los grupos de tareas.

Tetu estaba allí para ofrecer testimonio en la causa abierta por “infiltración ideológica marxista” en la Universidad Nacional del Sur. Con ese expediente judicial, inédito en el país, el aparato represivo de la dictadura pretendió dar carácter legal a la persecución que sufrieron decenas de docentes y no docentes de la UNS.

En los últimos meses, ese hecho histórico mostró su actualidad en dos noticias: una presentación de la Unidad Fiscal bahiense para que se investiguen aquellos delitos y una política institucional reparatoria de la UNS, para dejar plasmado en los legajos laborales de las víctimas cuáles fueron los verdaderos motivos del cese de actividades.

Eslabones

Pasado casi medio siglo, la declaración judicial de Tetu emerge como una pieza histórica nodal para entender la época en que se produjo. La figura misma del declarante descubre los eslabones entre el nazismo europeo y la represión local y, a su vez, el vínculo del accionar de la autodenominada Alianza Anticomunista Argentina con la última dictadura.

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En su Rumania natal, Tetu fue un encumbrado colaborador de la tiranía militar filonazi y luego de su caída integró una organización criminal similar a la que treinta años más tarde actuaría en el sudoeste bonaerense bajo sus órdenes y cobertura. La diferencia fue que allí no contó con respaldo estatal, sino al contrario, y terminó detenido primero y exiliado después.

En nuestro país alternó filias, veleta según la época, aunque su accionar más conocido fue la comandancia regional de la Triple A, en 1975, mientras era rector de la UNS y la Universidad Nacional del Comahue, en simultáneo. El dirigente estudiantil comunista David “Watu” Cilleruelo, una de sus víctimas, lo acusaba de ser un infiltrado de la Armada en el peronismo. De buena relación con los sectores juveniles de izquierda del movimiento, a Watu no le faltaban razones para acusar: Tetu aducía haber sufrido proscripción académica durante casi todo el periodo en que Juan D. Perón la padeció en la política nacional, pero en ese lapso trabajó incluso para La Nueva Provincia, cuyo perfil antiperonista el propio diario era el primero en publicitar.

La conexión de la Triple A con la dictadura que sistematizó y profundizó su accionar está probada por diversas vías y fue denunciada ya en marzo de 1977 por Rodolfo Walsh en su Carta Abierta. En el caso bahiense, la Agencia de Noticias Clandestina (ANCla) que el escritor y periodista dirigía lo había dejado escrito pocos meses antes en uno de sus cables: el general Adel Vilas, uno de los máximos responsables de la represión dictatorial en la región, elogió a Tetu durante la conferencia de prensa convocada para mostrar las “impactantes revelaciones” sobre la supuesta infiltración ideológica en la institución.

La declaración testimonial de Tetu ante el juez Madueño, otro engranaje del accionar represivo, deja ver el interior desordenado de su pensamiento fascista: un revuelto conceptual enmarcado en el mundo de entonces, que confundía peronistas, democristianos, comunistas y radicales según una presunta subordinación de todos a la Unión Soviética, deshumanizando a quienes marcaba con nombres y apellidos.

No deja de ser actual hoy, cuando hace tres décadas y media acabó la Guerra Fría pero afloran las teorías conspiranoicas por las que un candidato con posibilidades de ser Presidente acusó de “hacer socialismo” a Mauricio Macri, un año antes de indultarlo en su condición de “casta”.

Marxistas de Uriburu y Aramburu

Las acusaciones de Tetu fueron invariablemente prologadas por los incontenibles rencores que suele albergar la mediocridad. A izquierda, derecha y centro, desparramó acusaciones sobre intelectuales que fueron notoriamente más brillantes que él. Algunos llegaron a la UNS ya con pergaminos y otros eran jóvenes que los alcanzarían más adelante.

En su pretendido rol de víctima de persecución política por parte del “marxismo”, Tetu fijaba dos fechas, de inicio y corolario: 1955 y 1973. Por ello, su relato no hacía eje en la dialéctica peronismo-antiperonismo, que efectivamente se hizo presente en el mundo universitario de los años ’50, sino en categorías universales más propias de la Guerra Fría. De ese modo, la intervención de Víctor Benamo durante la presidencia peronista de Héctor Cámpora e incluso el tercer gobierno del propio Perón –a quien no reconocía méritos en la gestación de la UNS, tres décadas antes- quedaron bajo sus protestas de “ilegalidades y persecuciones”, que atribuía al comunismo internacional.

Al relatar a Madueño su paso como rector interventor de la UNS en 1975, Tetu ensayó un encuadre “teórico, metodológico e histórico” que fechó en 1955 y 1956 el comienzo de una “guerra cultural no declarada contra la Argentina”, cuando el ministro de Educación de la dictadura que derrocó a Perón, Atilio Dell’Oro Maini, abrió “las puertas a la penetración marxista”. Dell’Oro Maini había sido dirigente estudiantil durante la Reforma Universitaria de 1918, pero no como parte de ninguna organización comunista, sino del catolicismo, y entre 1931 y 1932 fue designado interventor de Corrientes por un gobierno tan marxista como la inaugural dictadura del general José Félix Uriburu.

La Reforma del ’18, como se la conoce coloquialmente, sería otro de los ejes del caótico encuadre conceptual ofrecido por el represor rumano que se presentaba como nacionalista argentino. Aquello de pretender un retorno a la antesala de la segunda década del siglo XX no es una novedad de estos días.

Economía y Humanidades

Dos Departamentos de la UNS habían sido especiales focos del accionar de Tetu como interventor, en 1975, y a ellos se refirió en detalle en su declaración ante Madueño del año siguiente.

Hacia 1971, con el repliegue de la dictadura de la autodenominada Revolución Argentina bajo la que el nazi rumano había recuperado su rol docente, comenzó a gestarse en la UNS un heterodoxo plan de estudios de ciencias económicas. Aún hoy continúa siendo un hito en la enseñanza de la disciplina en el país. Ya recuperada la democracia, y cesanteado Tetu por el ministro Jorge Taiana padre, se preparaba un programa similar en Humanidades. No llegaría a cristalizarse porque, tras la muerte de Perón, en julio de 1974, la ultraderecha comenzó a apoderarse de la conducción de las universidades.

Tetu, que empezó su intervención en febrero de 1975, puso a ambos Departamentos como ejemplos de las diversas “vertientes o canales de penetración” del marxismo internacional en el ámbito académico local:

  • Economía expresaba, según el represor, la infiltración por vía de “los becarios en el extranjero y los que van a perfeccionarse afuera” y son “víctimas de un lavado de cerebro” en La Habana, Moscú, Francia o Estados Unidos;
  • Humanidades, por su parte, ejemplificaba la táctica de “aprovechar el reformismo universitario, convirtiéndolo en la antesala del marxismo”, dado que sus principios –la libertad de cátedra y la autonomía- constituían “verdaderos tabúes de nuestra cultura” y paralizaban “las defensas inmunológicas contra la penetración”.

A este último proceso, Tetu lo describía como de larga gestación, entre 1955 y 1973, y adjudicando un rol central en él a Vicente Fatone. Filósofo y escritor ya reconocido por entonces, Fatone fue el primer rector de la UNS bajo ese nombre, luego de que la presión popular llevó a la dictadura a reabrir el antes denominado Instituto Tecnológico del Sur. Recientemente su hija Marta donó a la institución el material documental de su padre, bajo la condición de que permanezca abierto al libre acceso del público.

Junto a Fatone –cuyo apellido consignan mal en reiteradas oportunidades los amanuenses de Madueño- llegó el físico y meteorólogo Rolando García, a quien Tetu sindica directamente como enviado del marxismo. García fue quien ideó para la UNS la estructura departamental que todavía conserva y que, a diferencia de la división en facultades, propicia la integración y articulación permanente de disciplinas. No la había tomado de Europa del Este, sino de sus visitas a Estados Unidos. Un año después de pasar por la UNS alcanzaría el decanato de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, responsabilidad que ejerció hasta que la noche del 29 de julio de 1966 los “bastones largos” del dictador Juan Carlos Onganía se descargaron sobre su cabeza. Literalmente.

El relato de Tetu a Madueño no sólo nutrió de nombres la cacería que se desplegaba en la Bahía Blanca de 1976. También acerca a la actualidad de 2023 un ejemplo de cómo el desorden conceptual y los rencores de la mediocridad han contribuido a la gestación de tiempos de oscuridad y opresión.

 

 

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