5 nuevos testigos prestaron testimomio en la Megacausa Zona 5

tribunal megacausa zona 5

El pasado jueves se llevó adelante la decimosexta audiencia del Juicio por Delitos de Lesa Humanidad conocido como Megacausa Zona 5. En este caso, se tomó declaración a sobrevivientes secuestrados en Coronel Dorrego y Tres Arroyos, así como a familiares de víctimas de Bahía Blanca y Huanguelén.

Durante la audiencia, el auxiliar fiscal Pablo Fermento solicitó al Tribunal que se realice una inspección ocular en Batallón de Comunicaciones 181 argumentando que “en la Causa Bayón se hizo una recorrida”, “pero en el registro audiovisual, hay zonas como el Gimnasio y la sala de la Banda de música, que no fueron examinadas”.

Por eso, “se convoca a testigos que hayan declarado, para que participen de la inspección y el recorrido siempre que no sea revictimizante para los mismos”.

El primero de los testimonios escuchados pertenece a Gabriel Alberto Claverie, quien fue secuestrado el 25 de septiembre de 1976 en un operativo militar que incluyó la interrupción de la energía eléctrica del pueblo.

Claverie se desempeñaba en ese momento como trabajador agrícola del partido de Coronel Dorrego. Además, era militante en el Frente de Izquierda Popular y participaba en un grupo de teatro.

Al respecto, explicó que “fue a partir de esas actividades, que empezamos a ser sospechosos para los servicios de inteligencia de la Marina”. “Buena parte de los artistas se convirtieron en militantes de la izquierda popular en Dorrego”, añadió.

“Enterré todos los libros que podían resultar sospechosos”

Por otro lado, recordó que “en diciembre del ‘75, se produjo un levantamiento de la Fuerza Aérea con el Brigadier Jesús Cappellini al mando“, en el que se pidió la renuncia de Isabel Perón. “No lo retiraron de la fuerza y llegué a la conclusión que el golpe estaba cerca”, observó Claverie, quien agregó: “A partir de ese momento, me imaginé que podía ser víctima de secuestro“.

Enterré todos los libros que podían resultar sospechosos“, recordó, y detalló que “le dije a mi mujer tres cosas que debía hacer si me secuestraban”. Luego, enumeró:

“Primero, que en la biblioteca deje una novela de Borges y un libro sobre la vida de Hipólito Yrigoyen. Segundo, que en caso que me secuestraran, fuera a ver un abogado que no tenga ningún vínculo con la izquierda, sino que sea cercano al intendente que era una marino retirado, sabiendo que este no iba a hacer nada. Y tercero, que se comunicara con un familiar que tenía relación con el Ejército por ser directivo del Club Tiro Federal”.

Al referirse a su secuestro, el trabajador agrícola explicó que “una madrugada de septiembre golpearon la puerta gritando ‘Policía Federal’“, y comentó que “según mi esposa Ana María que estaba embarazada, llegaron encapuchados excepto uno”.

“Me vendan con algodón y cinta”, relató, “me suben a una camioneta con ventanas chicas a los costados. ‘Primera condición: no tocarse la venda ni hablar’, me dijo un militar”.

Durante su translado a Bahía Blanca, sin embargo, retiró parte de la venda con su rodilla, de modo que pudo ver que “en la camioneta había dos cuerpos. Ellos sí tenían la boca fajada. Una era una mujer“. Continuando con su declaración, narró que:

“Paramos un momento en la zona de Las Oscuras, pensé que nos ejecutaban ahí. En Grünbein doblamos hacia la Base Aeronaval Espora pero seguimos. Frenamos adelante del Cementerio Municipal, nos separamos de la custodia, mi corazón latía fuertemente porque había leído casos de fusilamientos en esa zona. La última vez que miré hacia afuera, vi la Universidad del Sur. Ahí no tuve dudas que iba al V Cuerpo de Ejército”.

Más adelante, Claverie habló de los interrogatorios, y recordó que “había una mujer, luego llegué a la conclusión que era Cristina Prado y en otra cucheta, estaba Pablo Santillán“, con quienes se alojó en el Centro Clandestino de Detención y Tortura “La Escuelita”.

Santillán era militante del Partido Comunista, y Prado tenía 22 años de edad y militaba en el Partido Socialista de los Trabajadores.

“El que estaba interrogando ya me conocía y conocía del tema. Me hice la idea que era de inteligencia”, continuó relatando, “me preguntó por Daniel Randazzo, que era Secretario de la Federación Juvenil Comunista“.

Además, recordó que “con su tono de voz y de mando decía: ‘a este me lo trajeron por izquierdista o por burgués’, dirigiéndose a otros que estaban presentes en la sala de interrogatorios”.

Luego de una semana, Claverie y Santillán fueron liberados. “Me sacaron la venda, me hicieron firmar mi declaración pero luego me llevaron nuevamente a la cucheta y pasaron varias noches”, declaró, “empecé a dudar si me largaban o me iban a ejecutar. Finalmente, en el camino de vuelta a Dorrego, nos dejaron en el cruce de Monte Hermoso”.

“Los conocidos cruzaban de vereda para evitar saludarme”

Luego de ser liberado, Claverie reconoció que fue difícil volver a la normalidad en su pueblo. “Volver a la vida fue potente”, manifestó, “cuando llegué a mi casa, me estaban velando. Era tal el grado de excitación, que me tuvieron que dar algo para dormir“. Además, recordó que:

“Pude ver que dejaron tirado afuera de casa el envase del algodón que usaron para vendarme cuando me secuestraron. El paquete decía: Ejército argentino, Departamento de Sanidad. Días después, fui a avisar a la familia Prado, para contar que Cristina fue retenida en el Regimiento. Me parecía que tenía que decirle a su madre que estaba viva”.

Por otro lado, lamentó que “en el pueblo, los conocidos, cruzaban de vereda para evitar saludarme“, y contó una situación en la que “fui al Banco Nación y un empleado cuando me vio, giró 90 grados para no atenderme”. En ese sentido, sintetizó que:

Un aislamiento muy grande sufrimos, éramos leprosos hacia los demás. Adquirí la psicología de un leproso. Esto duró por lo menos seis años hasta la guerra de Malvinas. Mi mujer lo padeció mucho. No podía ni hablar de política ni leer un diario ni un libro relacionado”.

Entre sus experiencias, también habló de un evento en el que “un familiar lejano le dijo a su mujer que para interceder por su marido, tenía que verlo al Corto Talú”. “Justamente, era uno de los integrantes de la patota que me había secuestrado“, dijo, y añadió:

“¿Cómo llego a esa conclusión? Por una casualidad. Solíamos ir a jugar a la paleta al Club Social de Dorrego que estaba frente a la plaza. En la entrada principal, había una persona mayor. Tenía zapatos de calidad, bien lustrados”.

Asimismo, comentó que “mi mujer me dijo que cuando me secuestraron vio a uno con calzado bien pulido”. “Años después, en una ferretería, veo al Corto Talú”, explicó, “con los mismos zapatos”. “Los informes de mi secuestro en Coronel Dorrego, archivados en la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPPBA), los firmaba Talú“, concluyó.

“Entró un militar a la habitación y nos apuntó”

A continuación, se tomó declaración testimonial a Carlos y Fabio, hijos del abogado Carlos Alberto Massolo, quien falleció en 2013. Durante la última dictadura, Massolo representaba a personas detenidas por cuestiones políticas.

De forma virtual, Carlos explicó que “un grupo de militares que entraron a los gritos de forma muy violenta“. Mientras él estaba durmiendo, ellos “lo buscaban a mi papá”.

Massolo, sin embargo, escapó saltando una tapia. “Desde mi habitación, por el pasillo veo gente pasar”, recordó, “intenté sacar un crucifijo de la mesa de luz. Por el ruido, entró un militar a la habitación y nos apuntó“. “Por suerte no pasó nada, fue un momento tremendo”, agregó.

Otra de las situaciones que recordó, fueron los cacheos que sufrió su madre al entrar a la cárcel de Villa Floresta para visitar a su padre. “Mientras él estaba detenido, se dio una situación compleja para mi familia“, comentó, “a mi madre la afectó muchísimo, no quiso testimoniar porque no quiere revivir esos momentos”.

Entre tanto, Fabio detalló que su padre estuvo en el V Cuerpo de Ejército y luego fue llevado a Unidad Penal Nº4 de Villa Floresta. Al respecto, afirmó recordar haber ido a visitarlo a la cárcel. “Para el familiar de preso común, se entraba por un lado, y para los familiares de presos políticos, por otro, con requisas más fuertes, toqueteos”, declaró, “había una intención de humillar a quienes realizaban visitas”.

Por otro lado, expresó que “como familia vivimos mucho miedo e incertidumbre cuando lo detuvieron. La gente, por susto o por lo que fuera, dejó de hablarle y ayudarla”. Asimismo, “para mi mamá fue una situación muy traumática”, dijo, y concluyó:

“La única vez que la vi correr a mi madre, fue para abrazar a mi papá cuando lo liberaron. No sólo sufre el que está preso. A veces pienso que sufrió más ella que mi papá. Es como una onda expansiva, que atraviesa a la familia“.

A la hora de declarar, Luis Horacio Taccari pidió que su testimonio no fuera transmitido públicamente. En 1976 vivía junto a su esposa Marta Mabel Bravo (hermana de José Luis Gon, militante del PRT) en Huanguelén.

Taccari señaló que luego de estar 3 meses retenida, su esposa fue liberada. Luego de su experiencia, “volvió muy deprimida, aún hoy está siendo tratada psicológicamente. Contó que la quisieron violar“, contó.

“Atado con alambre, los ojos vendados, boca abajo”

Finalmente, declaró Rubén Pollacchi, un mecánico secuestrado el 16 de septiembre de 1976 en la ciudad de Tres Arroyos. Sobre su experiencia, contó que “volvía de algunas diligencias, cuando entré a casa me encontré con que me rodearon varios militares portando armas largas, fue un grupo comando en operativo cerrojo”.

Me ataron las manos con alambre. Eran del ejército, no eran de la armada ni la aviación, yo hice el servicio militar obligatorio en la Base Naval Puerto Belgrano y algo conocía”, agregó.

Luego, fue trasladado a Bahía Blanca “en un camión Dogde, me llevaron en el medio tirado en el piso, había asientos laterales, techo de lona”. Además, recordó que “todos los conscriptos me ponían el pie arriba. Atado con alambre, los ojos vendados, boca abajo“, y añadió:

“Iba solo pero cuando paró el camión en el Regimiento, vi a otros de Tres Arroyos. Les pregunté la hora, nadie me contestaba, ni siquiera los propios secuestrados, se había corrido la bola que era peligroso”.

Asimismo, recordó que “estuve 15 días con la misma ropa, día por medio me interrogaban. Se cansaron de hacerlo“. “Uno me decía: ‘andá, mañana te vas a acordar de todo’”, comentó, y explicó que “se sentían gritos desgarradores a la noche. Una vez le pregunté a un conscripto quién gritaba. Me contestó: ‘esa es la escuelita, ahí es donde les enseñan a hablar’“.

Decimosexta audiencia de la Megacausa Zona 5 (9 de junio de 2022)

¿Cuándo siguen las audiencias?

Las audiencias continuarán el día lunes 13 de junio a las 9 horas y luego el jueves 16, en la sede del Tribunal Oral de Chiclana y Lavalle. Los juicios son Orales y Públicos, y puede concurrir cualquier persona con su DNI.

Además, las audiencias también se emiten de manera virtual por el canal de Youtube de la subsecretaria de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires.

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