Este jueves 30 de marzo se cumplieron 50 audiencias en la Megacausa Zona 5, juicio por delitos de lesa humanidad que se realiza en Bahía Blanca. Aunque en esta oportunidad el tribunal procedió a reproducir solamente dos testimonios, se trata de declaraciones que han sido trascendentales en el juzgamiento a genocidas de anteriores juicios.
En el transcurso de 50 audiencias, el Tribunal tomó declaración a 151 víctimas-testigos y también se reprodujeron los testimonios de otras 14 víctimas, cuyas declaraciones fueron realizadas en el primer juicio realizado en la ciudad, la denominada Causa Bayón en los años 2011 y 2012. Cabe destacar que el Ministerio Público Fiscal las considera de vital relevancia para la causa actual.
En esta oportunidad, el Tribunal integrado por los jueces Ernesto Sebastián, Marcos Aguerrido y Sebastián Foglia, procedió a reproducir solamente dos testimonios: el de Roberto Omar Staheli, quien había declarado el 7 de septiembre del año 2011, y el de Gustavo Darío López, cuyo testimonio se produjo el 2 de noviembre, también del año 2011.
Ambas declaraciones han sido trascendentales en el juzgamiento a genocidas de anteriores juicios y han contribuido desde siempre a la reconstrucción de la verdad y la memoria de los procesos de enjuiciamiento en la ciudad de Bahía Blanca.
Estaba previsto reproducir un tercer testimonio de suma importancia en la causa, el de la sobreviviente Alicia Partnoy, pero el Tribunal levantó la audiencia a las 13:30 horas y pasó la reproducción a la siguiente jornada.
“Llega un momento que no se siente el dolor cuando te pegan de esa manera”
Roberto Staheli era militante de la Juventud Peronista y junto a sus compañeros de militancia realizaban un importante trabajo social en Villa Miramar. En julio de 1976, de madrugada, fue secuestrado en su domicilio de Laudelino Cruz al 1300 por un grupo de personas vestidas de civil y armadas, en presencia de su compañera Marta Groch y su pequeña hija de dos años.
Según recordó Staheli, “le pegan una patada a la puerta, me enfocan con reflector y entran encapuchados”. “El que parecía que mandaba grita ‘el hombre al auto, la mujer al baño’“, continuó, “me esposan, encapuchan y me llevan al auto”.
Además, explicó que “al no sentir personas alrededor mío, me quise incorporar, y uno percute un arma y me dice ‘donde te muevas te vuelo la cabeza’“. A continuación, la víctima fue llevada al Centro Clandestino de Tortura y Exterminio “La Escuelita”, donde permaneció esposado y sometido a cautiverio, interrogatorios y torturas.
“En La Escuelita me acuestan en el piso, esposas a una parta de cama de hierro. Yo no estaba solo ahí, Había mucha gente“, comentó.
Alrededor de 20 días después, fue llevado a otra construcción del mismo predio clandestino, donde continuó en idénticas condiciones. Al respecto, señaló que “para interrogar te llevaban a otro lado“. “Me interrogaron como a la semana”, detalló.
“Era un lugar grande por la acústica, me sientan en una cama, ‘negro acá estas con el tío, sabemos que sos peronista’“, declaró, al tiempo que agregó:
“Otro me preguntaba nombres. ‘¿Conocés a Roberto Acharez? ¿Cuánto hace que no lo ves? Lo vamos a hacer boleta, Acharez’, me decía”.
El testigo relató que en otra oportunidad recibió una gran golpiza. “Me pegaron unos manguerazos, me sentaron en un banquito y me dieron“, dijo, “me rompieron la camisa, me reventaron a palos” y “llega un momento que no se siente el dolor cuando te pegan de esa manera“.
“Me destruyeron la camisa y me dieron una chomba, por la que me decían yacaré – porque tenía un yacaré como marca la chomba-. Era gente que tomaba”, expresó, refiriéndose a los guardias.
Staheli pudo conversar con algunas personas secuestradas en La Escuelita, como Miguel Bacasum (aún desaparecido), quien le dijo que trabajaba en Tribunales, tenía una imprenta y que además le contó que tenía dos hijos.
Muchos años después, el hijo de Bacasum se entrevistó con Staheli buscando datos sobre el destino de su padre y sobre su paso por el centro clandestino.
Otra de las víctimas con la que Staheli pudo conversar en La Escuelita, fue Zulma Matzkin, quien posteriormente fue asesinada en el falso enfrentamiento de calle Catriel al 200 junto a otras tres personas. Zulma le relató sobre los abusos sexuales que era víctima:
“Me dijo ‘este tipo me manosea, me tengo que aguantar a este tipo’. En una oportunidad se la llevaron y cuando volvió me dice, ‘me dieron con todo, me hicieron pelota, estoy con unos dolores terribles, pero estoy contenta porque me dijeron que me van a dar un pasaporte, que eligiera un país y yo elegí Italia’. Cuando, me largan leo en La Nueva Provincia que en calle Catriel fueron abatidos mengano, fulano, y estaba esta chica. Eso no fue un enfrentamiento, señor”.
Además de Bacasum y Matzkin, el testigo señaló que en el centro clandestino tomó conocimiento de más personas, como Manuel Tarchintsky, el senador Hipólito Solari Yrigoyen y, según cree, el diputado Mario Amaya.
Luego de su secuestro, su compañera recorrió muchos lugares buscándolo, destacamentos policiales, ejército, policía federal, iglesias, sin respuestas. Además, intentó realizar la denuncia y presentar un Habeas Corpus, pero sin éxito. En ocasión de acudir a la iglesia, relató que Monseñor Emilio Ogñenovich le dijo a su esposa “acá vienen a llorar cuando ya es tarde“, culpando a la propia víctima.
Staheli resaltó su militancia social y su pertenencia peronista como motivo de su secuestro y vejámenes. “En ese entonces había una militancia muy grande“, recordó, “yo pedía permiso en las aulas de la UNS, y yo les contaba el trabajo social que hacíamos en el barrio Miramar“.
Además, explicó que “invitaba si alguno quería colaborar“. “Éramos muchos los que participábamos. Hacíamos relevamientos en el barrio“, dijo, al tiempo que agregó:
“Llevábamos doce chicos por día al Hospital Municipal, para ser atendidos, controlados por enfermedades o por desnutrición. Teníamos relación con las escuelas de La Falda y Bella Vista. Los directores nos decían del avance que habían tenido. Les dábamos la leche, los chicos empezaban a pensar“.
“Yo no siento odio por nadie pero que esto nos sirva a todos los argentinos. Yo esperaba este momento, para aportar un granito de arena para que no ocurra nunca más esto en nuestro país, que alguien se sienta dueño de la verdad absoluta”, dijo al final del primer juicio.
Recuperar la humanidad en ese lugar de locura, muerte e inhumanidad
El segundo y último testimonio escuchado fue el de Gustavo Darío López. López era alumno de la ENET 1 “Cesar Cipolletti” y fue secuestrado de su casa de Las Heras al 900 en la madrugada del 21 de diciembre del 76, junto a un grupo de alumnos y un profesor de dicho establecimiento, acusados de perpetrar un atentado.
Los hechos se registraron entre diciembre de 1976 y enero de 1977 y el brutal episodio se conoció como el secuestro de los “Chicos de la ENET”. Los jóvenes tenían todos entre 16 y 18 años.
Gustavo comenzó su relato expresando que “a los 16 años estuve 30 días secuestrado, atado, con un estado de estrés muy grande, pensando a cada momento que nos iban a matar”. “Siendo torturado con simulacros de fusilamiento permanente”, agregó.
Además, recordó que “mi mente estaba muy alterada”. “Me refugié en un mundo mental con canciones y poesía, y sentía como un alivio”, manifestó, al tiempo que añadió: “Como que recuperaba algo de la humanidad en ese lugar de locura, muerte e inhumanidad“.
López ubicó espacialmente el recorrido del auto de sus captores, y posteriormente no le cabria ninguna duda que estuvo en La Escuelita:
“Llegamos a un lugar, se abrió una tranquera, me bajaron, me entregaron a una persona que me empezó a golpear con patadas y golpes de puño en el estómago y amenazas. De ahí me dejan en una sala donde estuve los 26 días de encierro en el campo de concentración, atado con sogas, con las manos a la espalda“.
Luego, fue atado a un elástico de una cama, y torturado con picana eléctrica y más golpes hasta perder la conciencia, una práctica habitual en el centro clandestino. Le adjudicaban un atentado en el que no había tenido ninguna injerencia. “Se me preguntaba por un atentado a Amado Cattaneo, y accedí a decir que si, que había participado”, recordó, “un relato ridículo. No sabía que decir” para que lo dejaran de torturar.
El joven pudo ver un aljibe, una casilla rodante y reconocer determinados ruidos propios de el sector donde estuvo el Centro Clandestino. Las condiciones en que los tenían, era de absoluta inhumanidad:
“Estaba en un estado de estrés, angustia, confusión y terror. Me sentía como un autómata, esperando la muerte o la liberación. Siempre sentí que nos iban a matar. Los calambres por tener las manos atrás. Era difícil convivir con los insectos que nos picaban. El lugar era muy sucio”.
Por otro lado, explicó que la situación “me produjo lesiones en los pies, estuve todo el tiempo con las zapatillas puestas”. “Había perdido la humanidad“, continuó, “no entendía, no sabía que me estaba pasando, por momentos creía que era un sueño“.
“Nunca pensé que había personas que podían ejercer ese tratamiento inhumano a otra persona”, manifestó, al tiempo que expresó que “había un odio latente, creciente, que inundaba todo. Mucho peor que animales”.
Al ser consultado por el resto de las personas secuestradas, nombró a Gustavo Roth Petersen, Zoccali, Gustavo Alarcon, Carrizo, Lebed, Villalba, Mengato, Gallardo, Sergio Voiuzuk y también una persona que se llamaba Giordano. Estimó que estaba junto a 45, 50 personas mas cautivas, entre ellas una chica embarazada.
Simulacros de liberación
A mediados de enero de 1977, López -junto a cinco de los jóvenes- fue retirado de La Escuelita y llevado hasta la parte posterior del cementerio local, en donde se simula una falsa liberación. Allí fueron entregados a otro grupo de militares que los condujo hasta el Batallón de Comunicaciones 181, en donde continuaron en condición de cautiverio.
“¿Dónde estaban muchachos? Los estábamos buscando“, recordó que le decían los militares, mientras los querían convencer de que los habían secuestrado los “subversivos“.
Luego de 6 o 7 días en el Batallón, y una vez que se recuperaron en parte de las torturas y lastimaduras, los seis jóvenes fueron dejados en libertad. En ese periodo, los visitaba el capellán del ejército, el cura Aldo Vara, al cual le dijeron donde habían estado y le pidieron que avisara a sus familias, cosa que nunca hizo.
En 2014, el cura Vara fue imputado por delitos de Lesa Humanidad, se fugó a la triple frontera y posteriormente fue hallado por Interpol. Murió a los 85 años.
Al referirse al día de la liberación, la víctima afirmó emocionado:
“Nos sacaron a la puerta del Batallón y nos hicieron firmar un libro de actas. En la puerta estaba mi papá esperándonos y nos subió a su auto y nos llevó a cada uno a su casa”.
Gustavo López, antes de la declaración en “Causa Bayón”, ya había declarado pormenorizadamente cuatro veces, realizó un croquis del lugar de cautiverio La Escuelita, participo de las inspecciones oculares desde 1984, y aportó valiosísimos detalles para la reconstrucción de la verdad de los hechos.
Su testimonio y experiencia del horror vivido con tan solo 16 años, fue y es fundamental para el juicio y castigo a los genocidas responsables en Bahía Blanca.
Quincuagésima audiencia de la Megacausa Zona 5 (30 de marzo de 2023)
¿Cuándo siguen las audiencias?
La semana entrante no habrá debate debido al feriado de Semana Santa, por lo que las audiencias continuarán el día 13 de abril, en la sede del Tribunal Oral de Chiclana y Lavalle.
Los juicios son Orales y Públicos, y puede concurrir cualquier persona que así lo desee, con su DNI.
Además, las audiencias también se emiten de manera virtual por el canal de YouTube de la subsecretaria de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires y por el canal del Poder Judicial, así como en el micrositio de la Megacausa Zona 5 en El Ágora Digital.