Este jueves 6 de octubre se llevó adelante la audiencia número 32 en el juicio de la causa por delitos de lesa humanidad conocida como Megacausa Zona 5. En este caso, la jornada incluyó la declaración de tres víctimas del Terrorismo de Estado y la reproducción del testimonio de otra víctima cuyo testimonio se produjo en el año 2011, en el primer juicio realizado en la ciudad.
La causa, que comenzó el pasado mes de febrero, tiene 37 imputados que son juzgados por delitos aberrantes como secuestros, torturas, violaciones, asesinatos, desapariciones y robo de bebes en perjuicio de 333 víctimas. Entre tanto, el Tribunal Oral está compuesto por los jueces Ernesto Sebastián, Marcos Aguerrido y Sebastián Foglia.
“Que se divulgue la crueldad”
La primera en declarar de manera virtual fue María Teresa Lodieu, esposa de Mario Waldino Herrera, quien fue asesinado en un falso enfrentamiento durante la madrugada del 3 de mayo de 1976 y cuyo cuerpo apareció con el de Néstor Farías a la vera de la ruta 51, cerca del camino de la carrindanga, donde funcionaba el Centro Clandestino La Escuelita.
Al momento de los hechos, Mario Herrera ejercía la profesión de periodista y vivía con su compañera, María Teresa, y su hija Lucia, en el domicilio de Defensa 1089, de Buenos Aires. En la noche del 19 de abril del 76, fue secuestrado por personas que se identificaron como integrantes del Ejercito.
María Teresa, quien atraviesa un momento de salud delicado, realizó un gran esfuerzo voluntario para por fin ser escuchada por un Tribunal de la justicia argentina luego de 46 años de impunidad.
Con 80 años y toda una vida esperando el momento de la declaración, dio cuenta detallada y lúcidamente de las circunstancias del secuestro, desaparición y posterior asesinato de su compañero de vida, con quien tenía una pequeña hija, Lucia, que declaró en la misma jornada. Además, fue ella misma quien viajó a Bahía Blanca a reconocer el cuerpo de su esposo.
Los militares la llevaron a la morgue y le mostraron a Mario Herrera, a quien reconoció rápidamente y que había sido salvajemente torturado. Al día de hoy recuerda, y así lo contó, cada uno de los detalles de esa situación. “Es terrible, estaba destrozado, no me lo olvido más, nunca más”, expresó.
El cuerpo fue entregado para que lo llevara a Buenos Aires, a cajón cerrado y “sin ningún tipo de ceremonia, porque estaba prohibido”, según relató. Después de eso, María Teresa y su hija debieron exiliarse en México, donde también sufrieron persecuciones. Sin embargo, gracias a la ayuda de un grupo de exiliados pudieron permanecer y solventarse.
Al referirse a su militancia y convicciones, la mujer expresó que “Mario era un militante político desde los 15 años“. “Él no dijo nada, no cayó ninguno de sus compañeros“, continuó, al tiempo que agregó: “Esto no es que sea bueno ni malo no denunciar a nadie, pero en el caso de él no denunció a nadie, hizo un silencio total”. “Es lo que él pudo hacer”, comentó, “no está mal no poder callarse la boca, porque fue siniestro lo que hicieron con las personas”.
Si bien su testimonio fue presentado ante la CONADEP, durante los primeros años de democracia, la mujer nunca había tenido la oportunidad de declarar ante un tribunal Oral. Al respecto, explicó que:
“Esto significa para mí, la importancia que se conozca, que se divulgue la crueldad de ese grupo militar, y que se haga justicia y que aparezca la verdad, Verdad y Justicia”.
Además, comentó que “gracias a ustedes, que están llevando a cabo estas declaraciones que son muy importantes para la defensa de los principios básicos que deben regir a nuestra nación”. “La Verdad y la Justicia”, puntualizó ante la emoción y el agradecimiento de todos los presentes.
De San Telmo a La Escuelita
En la misma jornada, declaró Lucía Herrera, Hija de Mario Herrera y de la anterior declarante, María Teresa Lodieu. Al momento del secuestro de su padre, ella contaba con apenas 2 años de edad. Además, al momento de declarar portaba en su cuello el cartel con la foto de su papá Mario con las palabras “presente”.
En su testimonio relató que su madre siempre le transmitió toda la verdad de lo sucedido. Siempre supo quién era su padre y que había sido secuestrado en Capital Federal para ser trasladado a Bahía blanca, donde fue torturado en La Escuelita y asesinado en falso enfrentamiento a metros de ese mismo Centro Clandestino.
Lucia contó que su padre era periodista y que de muy joven militaba políticamente. Al respecto, comentó que “empezó de muy joven a militar en espacios de tipo social cristiano” y “más tarde se incorporó al peronismo, a la JP y a Montoneros”.
Además, se refirió a la búsqueda de su padre en ese primer momento del secuestro, del que había hablado su madre anteriormente, y el pedido formulado ante el entonces Ministro del interior, Harguindeguy, por su paradero.
Harguindeguy y Mario Herrera habían coincidido en el llamado “Operativo Dorrego”, que fue una operación conjunta entre la Juventud Peronista, Montoneros y el Ejército Argentino realizado en el año 1973 con la finalidad de asistir solidariamente a parte de la población bonaerense que había sido afectada por inundaciones.
Ante el pedido, desde el Ministerio del Interior llamaron a la familia para que reconozcan el cuerpo en Bahía Blanca. Lucia pudo reconstruir ese momento y contó que “a mi mamá le permiten reconocer el cuerpo, pero después le entregan un cajón cerrado”. “La escoltan y la orden era que no podía abrir ese cajón y fue depositado en una bóveda familiar”, agregó.
En el 2010, ante la decisión de cremar los cuerpos de dicha bóveda, Lucia le dice a su madre que ese cuerpo podía ser prueba en los juicios que habían comenzado luego de la caída de las leyes de impunidad, a lo que respondió: “es que yo no se que hay en ese cajón, porque nunca se abrió”. “Me enfrenté con una duda gigante y entonces fui a Antropólogos Forenses, me tomaron una muestra, se hizo la exhumación y se comprobó que era él”, aclaró Lucía.
Posteriormente relató lo difíciles que fueron sus vidas, el exilio y la vuelta al país en democracia. “Nunca me termine de acostumbrar a vivir en Argentina“, señaló, “mi mamá quería volver porque quería hacer justicia” y “continuar el proyecto que esa generación tenía, de cambio sociales profundos”. Sin embargo, explicó que “nos enfrentamos a una sociedad que estaba muy lejos de eso. Seguía siendo tabú el tema de la represión y éramos bichos raros”.
H.I.J.O.S. y la dimensión de la lucha colectiva
Durante su testimonio, también describió la importancia de la lucha colectiva para que hoy tengamos este proceso de Memoria, Verdad y estos juicios donde se imparte al fin justicia. “Al dolor se le sumaba la impunidad, la indiferencia de la sociedad y todo eso se hace carne en un resentimiento muy profundo”, comentó.
En ese sentido, detalló que se trata de “una rabia muy profunda que después encontró su cauce cuando me sumé a espacios de organización, como fue H.I.J.O.S., en los años 90″. Al respecto, explicó que “fue como volver a respirar. Pude ver la dimensión colectiva de lo que había sido esa masacre”, y agregó:
“Podíamos compartir ese dolor y transformarlo en otra cosa, en lucha, en proyectos, en cambiar la cuestión instalada de la impunidad y la indiferencia. Creo que aportamos mucho a esos cambios”.
Para terminar, la hija del militante asesinado Mario Herrera pidió permiso al tribunal para leer un emotivo pero contundente escrito de su autoría, el cual le fue concedido. De esta forma, cerró su alocución declarando: “El daño que produjo la Dictadura atraviesa y se refleja en varias generaciones”.
“Convivir con la impunidad tuvo y tiene un costo personal y colectivo altísimo“, continuó, “pero no me presentaría hoy aquí, ni diría estas palabras, sino creyera que podemos hacer realidad los deseos de esa generación cuya masacre se investiga en estas audiencias”. “No podría sostener mi vida, si no creyera en eso”, leyó, “Me aferro, nos aferramos a sus sueños, porque son los nuestros también”.
“Permanentemente se escuchaban los gritos de personas torturadas”
Otro de los testigos de la jornada fue Aldo Rodríguez, quien al momento de los hechos era militante político, estudiante universitario y participaba en el centro de estudiantes de la carrera de agronomía de la Universidad Nacional del Sur.
El 26 de marzo de 1976, Rodríguez fue secuestrado en un campo de su familia ubicado en la zona rural de la localidad de Villalonga, en un operativo conjunto realizado por personas de civil y personal uniformado, que procedió a vendarlo, atarlo y trasladarlo a La Escuelita de Bahía Blanca.
“A partir de ahí paso a estar en un lugar donde había otras personas, entre 20 o 30 personas, en principio en una colchoneta en el piso y luego en una cucheta”, recordó al respecto. “En ambos casos con las manos atadas atrás, a una reja y vendado”, comentó, al tiempo que agregó: “Nos llevaban a una oficina más pequeña donde nos interrogaban y torturaban”.
“Nunca el aire de la noche me pareció tan fantástico”
Así permaneció aproximadamente un mes. Luego fue liberado junto a otra persona y lo dejaron cerca de su domicilio, en calles Sarmiento y Fuerte Argentino. Antes de eso, fue amenazado para que cesara las actividades que realizaba hasta el momento. “Cuando me liberaron tenía grandes dificultades para caminar y muchos problemas de visión y una tremenda infección en la vista producto del vendaje”, recordó.
Además, señaló que “me ubiqué en el lugar y nunca el aire de la noche me pareció tan fantástico”. El declarante explicó que por miedo a lo que pudiera pasarle decidió ir a vivir al campo.
Sobre el final de su testimonio agradeció a “todo el sistema que hizo posible esto, que pudiera testimoniar la situación“, y manifestó que “espero que se haga justicia y en mi caso personal, cerrar un capítulo de mi vida que fue muy importante”.
Afeitándose en cámara
En un momento de la declaración de Rodríguez, el Juez Ernesto Sebastián debió interrumpir el testimonio ante la desvergüenza de uno de los imputados, el médico Humberto Adalberti, que se estaba afeitando en cámara, a la vista de todas las partes, por lo cual fue reprendido a que deje de hacerlo.
No es la primera vez que Adalberti y el resto de los imputados demuestran algún tipo de estas conductas. Se los ve comiendo, a veces se durmiendo, hablando por teléfono, etc. En este contexto, afeitarse fue el colmo de la falta de respeto hacia los presentes presentes, las víctimas y el proceso de justicia en general.
Trigesimosegunda audiencia de la Megacausa Zona 5 (6 de octubre de 2022)
¿Cuándo siguen las audiencias?
Las audiencias continuarán el día jueves 13 de octubre, desde las 9 horas, en la sede del Tribunal Oral de Chiclana y Lavalle. Los juicios son Orales y Públicos, y puede concurrir cualquier persona que así lo desee, con su DNI.
Además, las audiencias también se emiten de manera virtual por el canal de YouTube de la subsecretaria de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires.