Es sabido que la gobernadora María Eugenia Vidal transita uno de los momentos más difíciles en sus casi 3 años al frente de la Provincia de Buenos Aires. No son pocos quienes aventuran que la causa por los supuestos cuadernos le vino como anillo al dedo, en tanto la causa de los aportantes truchos la tenía acorralada.
Con una ayudita de Bonadío, la gobernadora finalmente pudo salir al cruce de quienes apuntan contra de la financiación de la campaña de Cambiemos. Así, eligió la estrategia de manual del duranbarbismo mágico y se diferenció de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner
“Quieren instalar que somos iguales. Yo no soy Cristina, estoy más pobre que cuando arranqué como Gobernadora. Puedo mostrar el resumen de mi tarjeta de crédito y mi cuenta bancaria”, manifestó. “Si todo es lo mismo, la política no puede encontrar el camino de sanación que necesitamos. Yo no soy igual que los que se robaron la plata de las rutas y de los hospitales durante los últimos 15 años”, agregó Vidal cruzando al kirchnerismo.
En esa misma línea, añadió que lo que le molesta “es la hipocresía y el cinismo de quienes fueron parte de ese sistema y levantan el dedo para señalar a otro y para decirles ‘no los voten porque son iguales que nosotros’. No somos iguales”. Con esa táctica pudo tomar distancia de la polémica que despertó la lista de aportantes truchos al asegurar que “es mi espacio político y acompañaba a cada candidato a los medios. Cuando hubo un problema pedí que hagan una investigación interna y que vaya todo a la Justicia”.
“Si vuelvo a ser candidata toda mi campaña va a ser bancarizada”, finalizó Vidal reconociendo de alguna manera los problemas que trajeron los “aportes truchos” a la fuerza política de Cambiemos. A todas luces resulta una excusa poco creíble, en tanto que no se trata de una acusación por enriquecimiento ilícito ni tampoco una declaración jurada quita la existencia de cuentas offshore no declaradas, un hábito al que nos tienen acostumbrados los funcionarios de Cambiemos.