Argentina vivió la mayor movilización popular de su historia para seguir y celebrar a la Selección Nacional de Fútbol tras conseguir la victoria mundialista. Más de 5 millones de personas coparon hasta el último rincón de la Capital Federal. Festejos insólitos, los heridos y la represión que no lograron opacar la felicidad del pueblo.
La caravana del campeón fue una movilización histórica sin precedentes: la selección argentina llegó al país con la Copa del Mundo después de 36 años y una multitud descomunal copó las calles de la Ciudad de Buenos Aires.
El feriado nacional fue clave para que todo el pueblo pudiera celebrar el triunfo del combinado masculino de fútbol.
La travesía y los operativos fallidos
La caravana partió desde Ezeiza a las 11.30 de la mañana y, a paso de hombre, tuvo una infinidad de estaciones obligadas.
Sin embargo, el desborde popular superó ampliamente no sólo las expectativas de los jugadores, sino también de las propias autoridades.
La caravana debió cambiar su recorrido en repetidas ocasiones para evitar encerrarse en un cuello de botella del que no podría salir en muchas horas -quizás incluso en todo el día-, al rayo del sol y sin instalaciones sanitarias.
Cabe destacar que a pesar de haber evitado los peores tramos, las largas horas del periplo tuvieron su costo: varios jugadores terminaron con quemaduras por su exposición a los rayos del sol.
La confusión permanente sobre el itinerario de la caravana de “La Scaloneta” hizo colisionar las distintas columnas humanas que tenían el dato de que el colectivo pasaría por la Lugones contra quienes creían que lo haría por la 25 de mayo, la Casa Rosada o el Paseo del Bajo.
Miles de personas se movían de manera repentina tras recibir algún tuit o whatsapp con aparente nueva información. La esperanza de ver a los jugadores en persona no se perdió hasta pasadas las 5 de la tarde, cuando los helicópteros sobrevolaron la Rosada y el Obelisco.
“No nos dejan llegar a saludar a toda la gente que estaba en el Obelisco, los mismos organismos de seguridad que nos escoltaban no nos permiten avanzar. Mil disculpas en nombre de todos los jugadores campeones. Una pena”, expresó su malestar en Twitter el presidente de la AFA, Claudio “Chiqui” Tapia.
Finalmente, a partir de una nueva modificación de la ruta, el micro se desvió hacia las adyacencias de Parque Roca, donde helicópteros aguardaban al plantel con el propósito de que los futbolistas pudieran sobrevolar la 25 de Mayo, la 9 de julio, Plaza de Mayo y el Obelisco, para luego retornar al predio de Ezeiza. Una vuelta olímpica aérea que sirvió de escaso consuelo.

Minutos más tarde, Tapia completó:
“Agradecemos a la provincia de Buenos Aires, encabezada por su ministro de seguridad Sergio Berni, que fue el único que acompañó durante toda la recorrida hasta la entrada a la capital sin registrar ningún incidente, permitiendo a los jugadores abrazarse al pueblo argentino”.
Un operativo logístico que involucró a las tres fuerzas: la federal, la bonaerense y la porteña, que se reunieron en Ezeiza para diagramar lo que sería el trayecto definitivo, que varias veces cambió de orientación y que en ningún momento demostró planificación.
La movilización más grande de la historia
Argentina cuenta en su haber un largo historial de movilizaciones populares masivas, así sea en protesta, festejo o apoyo.
Por solo recordar algunas: la espontánea movilización popular del 17 de octubre de 1945, cuya fuerza fue tal que forzó al gobierno de turno a liberar a Juan Domingo Perón, dando vida así al peronismo; el cierre de campaña de Raúl Alfonsín en 1983, donde decenas de miles de personas se congregaron en la Av. 9 de Julio; los festejos del Bicentenario en 2010, cuando cerca de cuatro millones de personas disfrutaron de la fiesta popular.
Sin embargo, todas ese efemérides quedaron pequeñas -cuantitativamente- en comparación a lo que se vivió este martes. Jamás el país fue testigo de semejante marea humana: más de 5 millones de personas, copando hasta el último rincón.
Una movilización que se prolongó desde las 11.30 de la mañana hasta las 17 y que convocó a gente de CABA, del conurbano bonaerense y a muchísimas familias y amigos que viajaron especialmente desde diferentes provincias para ser parte de la historia.
Los festejos tuvieron sus perlitas: gente colgada desde las diminutas ventanas del Obelisco, a 67 metros de altura; corresponsales de medios de comunicación extranjeros que no pudieron escapar de las celebraciones de los fanáticos, que les arrojaban espuma o forzaban a saltar con ellos; e incluso hinchas heridos que aún siendo llevados en camillas por enfermeros seguían cantando felices.
La propia selección vivió su momento de tensión cuando dos personas saltaron desde un puente hacia el micro que trasportaba a los campeones por la Autopista Riccheri.
La imagen de estos individuos comenzó a circular rápidamente a través de las redes sociales, donde se puede ver cómo una persona se arroja desde un puente y logra caer dentro del micro que transportaba a los jugadores.
Un segundo individuo se arrojó segundos más tarde y cayó al piso después de golpear contra la parte trasera del micro. Fue hospitalizado, pero está fuera de peligro, sólo recibió un fuerte golpe.
Cabe destacar que, a pesar a pesar que más del 11% de la población total del país se movilizó a las calles porteñas, apenas 16 personas resultaron heridas, mientras que la cifra de las que necesitaron recibir atención médica asciende a 31. Ninguno está grave y en su mayoría se cayeron de árboles, techos o tienen heridas cortantes.
La represión de la Policía porteña
En horas de la noche, los hinchas fueron reprimidos por la Policía porteña con balas de goma y gases lacrimógenos mientras finalizaban los festejos en el Obelisco, cuando se decidió desalojar el lugar.
Hay 13 detenidos, en total de todo el día, seis de los ellos durante los incidentes. También se reportaron 8 heridos entre policías y bomberos.
La Infantería reprimió con gases y balas de goma. También había apostado un camión hidrante. Y se sumó la Policía Motorizada.
El cordón policial avanzó por la avenida con escudos para reprimir sobre las últimas personas que abandonaban el cruce entre la avenida Corrientes y la 9 de Julio. Por su lado, los hinchas respondieron arrojando botellas y piedrazos.