El cambio climático es un fenómeno global que ha afectado a todos los países del mundo y nuestra Argentina no es la excepción.
Hace una semana, en el Plenario de la Militancia que se realizó en Avellaneda para, entre otras cosas, impulsar la candidatura de Cristina Kirchner a la presidencia y condenar la persecución y proscripción política que sobre ella pesan, el Diputado Nacional Máximo Kirchner expresó su postura sobre algunas de las implicancias del proceso de cambio climático que afectan al país.
Hizo eje fundamentalmente en la cuestión agrícola y analizó que son muchos quienes se alegran cuando se habla de la cantidad de toneladas de granos se pueden exportar si se hace tal o cual cosa, sin observar cuales son las consecuencias de, entre otras prácticas, el arrasamiento de bosques nativos para dar paso a los monocultivos.
Sin agregar otros detalles al respecto de esas declaraciones que, en una ampliación del tema serán motivo de otra nota, sí nos servimos de lo dicho por Máximo Kirchner para hacer un primer abordaje respecto del cambio climático, sus implicancias, causas y consecuencias en Argentina.
Las causas, viejas conocidas
El cambio climático en el mundo se debe principalmente a la emisión de gases de efecto invernadero. Estos gases, como el dióxido de carbono (CO2), el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O), son liberados a la atmósfera principalmente por actividades humanas como la quema de combustibles fósiles, la deforestación y la agricultura intensiva.
En nuestro país la emisión de gases de efecto invernadero proviene principalmente del sector energético.
La quema de combustibles fósiles para generar electricidad y el uso del petróleo como combustible en el transporte son los principales contribuyentes a las emisiones de gases de efecto invernadero.
Esto genera efectos que se potencian gracias a la deforestación y la agricultura, actividades estas últimas estrechamente ligadas, considerando que el corrimiento de la frontera agrícola-ganadera se logra gracias al sistemático proceso de desmonte de selvas y bosques nativos, así como también la reducción de la variedad de cultivos (y cultivos rotativos) para dar lugar al crecimiento de los monocultivos, principalmente de soja.
El tipo de grano, que además se utiliza para su producción masiva en versiones modificadas genéticamente para soportar la potencia de los agroquímicos con los que se fumigan las tierras sembradas, requiere para su cultivo de grandes cantidades de agua.
Su expansión ha llevado a la eliminación de otros tipos de vegetación que tienen un papel importante en la regulación del ciclo hidrológico.
Según datos de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de Argentina, en 2000 la superficie destinada a cultivos de soja en el país era de alrededor de 14 millones de hectáreas, mientras que en 2020 alcanzó los 17,5 millones de hectáreas.
Las sequías, primera de las consecuencias
Si bien las sequías son un fenómeno recurrente en la historia climatológica argentina, en las últimas décadas se ha observado un aumento de la frecuencia e intensidad de las mismas.
Según datos del Servicio Meteorológico Nacional, en los últimos 20 años se registraron 11 eventos de sequía en el territorio nacional, siendo el más intenso el ocurrido en 2017-2018 que afectó a gran parte del país y generó importantes pérdidas económicas en el sector agropecuario.
Además, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, entre 2000 y 2018 Argentina fue el segundo país en el mundo en cuanto a la cantidad de hectáreas deforestadas, con una tasa de deforestación anual promedio de 311.000 hectáreas.
En síntesis, la evolución de las sequías en Argentina está relacionada con factores vinculados con el cambio climático a raíz de la deforestación y el aumento de la superficie destinada a cultivos como la soja.
Este conjunto de elementos tiene un impacto negativo en el equilibrio de los ecosistemas y en la disponibilidad de agua, lo que pone en riesgo tanto la economía como el bienestar de la población.
Sube la marea
El aumento del nivel del mar debido al derretimiento de los glaciares y el hielo polar está afectando a la costa argentina, lo que podría tener graves consecuencias en la infraestructura costera y en la industria turística del país en el futuro, según demuestran distintos modelos y simulaciones.
Según datos del Instituto Nacional del Agua, entre 1960 y 2014 el nivel del mar en la costa atlántica aumentó en promedio 2,4 milímetros por año, lo que representa un aumento total de 11 centímetros en ese periodo.
Este aumento del nivel del mar tiene un impacto significativo en la costa, especialmente en las zonas más bajas y vulnerables.
Por ejemplo, según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, en la provincia de Buenos Aires, el aumento del nivel del mar ha llevado a la pérdida de entre 70 y 100 metros de playa en algunos sectores. Esto representa una importante amenaza para la infraestructura costera y para la población que vive en esas áreas.
Además, el aumento del nivel del mar también tiene un impacto en la calidad de agua dulce en las zonas costeras, ya que puede aumentar la intrusión salina en los acuíferos costeros, lo que afecta la calidad y la disponibilidad de agua para consumo humano y para la agricultura.
¿Qué se está haciendo?
El gobierno argentino ha tomado medidas para abordar el cambio climático, muchas de las cuales pueden observarse en el Plan Nacional de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático desarrollado desde el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible
Entre las medidas propuestas se encuentran la adopción de un ambicioso plan para aumentar la producción de energía renovable en el país. El objetivo es generar el 20% de la electricidad a partir de fuentes renovables para el año 2025.
Al mismo tiempo, el gobierno ha implementado políticas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Una de ellas es la Ley de Presupuestos Mínimos de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático, que establece objetivos para reducir las emisiones de gases
En líneas generales, la política medioambiental del Estado Argentino se enfoca en la protección de la biodiversidad, la conservación de los recursos naturales, la gestión de residuos y la promoción de prácticas sustentables.
En cuanto a su nivel de eficacia y cumplimiento, existen algunos datos y resultados mensurables que pueden ser destacados. Por ejemplo, en cuanto a la gestión de residuos, el 82% de las ciudades de Argentina cuentan con algún tipo de sistema de recolección de residuos, aunque la eficacia de los mismos en cuanto a la separación y su destino final es un tema de debate.
Respecto a la protección de la biodiversidad, Argentina cuenta con una de las áreas protegidas más grandes del mundo, con más de 35 millones de hectáreas. Además, se han llevado a cabo iniciativas para la conservación de especies en peligro de extinción, como el yaguareté y el cóndor andino.
Sin embargo, también existen desafíos importantes. Por ejemplo, la deforestación, mencionada como una de las prácticas que derivan en el cambo climático en proceso, sigue siendo un problema grave, con una tasa de deforestación de 300.000 hectáreas por año según un informe de Greenpeace.
Además, la contaminación del aire y del agua sigue siendo un problema en muchas regiones del país, y la implementación de medidas para reducirla ha sido limitada.
El negocio inmobiliario y su parte de responsabilidad
No se trata solo de pegar ladrillos. La actividad inmobiliaria en zonas ribereñas, zonas de bosques nativos y zonas de humedales puede tener un impacto ambiental significativo debido a la alteración del ecosistema natural y la degradación del medio ambiente.
En zonas ribereñas, la construcción de infraestructuras como edificios, carreteras y puentes puede alterar el flujo natural del agua y afectar su calidad. Además, la eliminación de la vegetación ribereña puede aumentar la erosión del suelo y disminuir la biodiversidad de la zona.
En zonas de bosques nativos, la actividad inmobiliaria puede llevar a la tala de árboles y la eliminación de la vegetación, lo que disminuye la calidad del aire y aumenta la erosión del suelo.
No son pocas las acusaciones que sobre el sector pesan toda vez que se registra un incendio en zonas de humedales o bosques. Muchas veces llamativamente, a posteriori de algún incendio aparece algún proyecto de desarrollo inmobiliario.
En este sentido, el diputado Máximo Kirchner presentó en su momento un proyecto de ley para prohibir la utilización de este tipo de tierras para desarrollos inmobiliarios una vez que fueran afectadas por esos “casuales” incendios.
Haciendo uso de datos concretos, según un estudio del año 2016 realizado por la Universidad Nacional de Mar del Plata sabemos que en la Argentina se perdieron el 90% de los humedales del país en el siglo XX. El 35% se perdió solo en las últimas dos décadas de acuerdo a un informe de la Fundación Vida Silvestre Argentina.
Respecto de la destrucción de bosques nativos, según un estudio publicado en el año 2019 en la revista científica Science, Argentina es uno de los países que lidera la deforestación a nivel mundial. Entre los años 2001 y 2018, se perdieron cerca de 7 millones de hectáreas de bosques nativos.
La juventud movilizada
La organización Jóvenes por el Clima en Argentina ha realizado varias propuestas en materia de cambio climático. Una de ellas es la transición hacia energías renovables planteando la urgente necesidad de cambiar hacia fuentes de energía renovable con el objetivo de alcanzar una matriz energética 100% renovable para 2030.
Sobre la imprescindible reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, la organización propone la adopción de medidas concretas para reducir este tipo de emisiones, incluyendo la implementación de un impuesto al carbono y la prohibición de actividades altamente contaminantes.
Se incluyen entre las propuestas de Jóvenes por el Clima en Argentina la promoción del transporte público y la bicicleta como alternativas sostenibles al uso del automóvil, con la creación de redes de ciclovías y la implementación de políticas de fomento al transporte público.
También la organización hace foco en la necesidad de educar y concientizar. En este sentido, proponen la implementación de programas de educación y concientización sobre la crisis climática con el objetivo de sensibilizar a la población sobre la importancia de tomar medidas urgentes para enfrentarla.
Un tema muy debatido incluso mediáticamente por el tipo de intereses que toca, fundamentalmente agrícola-ganaderos e inmobiliarios, es el de la protección de bosques y humedales.
Allí proponen su protección como una medida clave para mitigar los efectos del cambio climático, a través de políticas de conservación y restauración. El debate, aún inconcluso sobre la llamada Ley de Humedales es un ejemplo de lo que hoy está en juego.
El ánimo de la presente nota es el de presentar un tema que será de regular tratamiento por parte de quien escribe entendiendo que, antes que variables de impacto más inmediato y de apariencia más urgente en la cotidianeidad, el del cambio climático es el problema más importante que se nos presenta.
De no avanzarse en la creación de nuevas políticas, la aplicación plena de las existentes y, fundamentalmente, en la modificación de la matriz productiva y de nuestros hábitos de consumo, estamos marchando inexorablemente al abismo.
Sin agua, sin forestación, arreciados por las sequías, por los fenómenos climatológicos cada vez más intensos como las 9 olas de calor por las que atravesamos este último tiempo, tapados por agrotóxicos, gases de efecto invernadero y basura sin control, el destino hacia el que marchamos no depara nada bueno.
Es por eso imprescindible el compromiso y la exigencia ciudadana para que el tema sea parte central del debate público. Así, las expresiones de Máximo Kirchner del pasado sábado en Avellaneda son saludables y en buena medida novedosas, considerando que las pronunció perteneciendo a un sector político que, entre sus debes, tiene el de promover la profundización del modelo productivo reinante. El campo nacional y popular tiene una misión irrenunciable: cuidar la casa común porque, sin casa común, cualquier otra discusión cae en saco roto.