El día jueves 24 de noviembre se realizó la audiencia número 39 del juicio por delitos de lesa Humanidad conocido como Megacausa Zona 5, que se lleva adelante en la ciudad e Bahía Blanca. En esta oportunidad declararon cinco testigos-víctimas.
Asimismo, en la causa se juzgan 37 imputados por 333 compañeros y compañeras víctimas del Terrorismo de Estado durante la última dictadura genocida.
El debate, que se realiza en la sede del Tribunal Oral Federal de Chiclana y Lavalle, se encuentra presidido por el juez Ernesto Sebastián, secundado por los jueces Sebastián Foglia y Marcos Aguerrido.
El primer testigo y víctima, Alberto Villanueva fue secuestrado el 24 de diciembre de 1977 junto a Elmo Sierra en proximidades del barrio Palihue. Ese mismo día, fueron conducidos a la Unidad Penal de Villa Floresta, donde permanecieron privados de la libertad hasta diciembre de 1978, en el caso de Sierra; y febrero de 1979, en el caso de Villanueva.
La segunda persona en declarar fue Marta Menéndez, quien lo hizo en carácter de testigo del caso anterior: Villanueva-Sierra. La mujer era allegada a Alberto Villanueva y además trabajaban juntos en una imprenta de la primera cuadra de calle España en Bahía Blanca.
Menéndez refirió que a Villanueva lo secuestran en diciembre de 1977, y unos días antes, es secuestrada ella misma mientras se encontraba en Buenos Aires, permaneciendo 45 días en una comisaría hasta ser trasladada en avión a Bahía Blanca, requerida por el V Cuerpo de Ejército.
De allí es llevada a la sede de la Policía Federal y posteriormente a la Cárcel de Villa Floresta, donde toma conocimiento de que Villanueva estaba en ese lugar, en el pabellón de hombres.
Mientras estuvo en la cárcel fue interrogada y también fue llevada frente al Juez Madueño a declarar. “Era una causa absolutamente inventada“, dijo al respecto, “se relacionaba con la actividad de Villanueva”. A pesar de ser sobreseída, permaneció en la UP4 hasta diciembre de 1978 cuando recuperó la libertad.
Con respecto a Villanueva, supo que había pasado por La Escuelita, que era un lugar “donde se sabía que allí a la gente la torturaban, que tenían muy maltrato y la gente salía de allí en muy malas condiciones“, expresó. Villanueva fue liberado un par de meses después que la testigo, según pudo saber.
“A su hermano lo tiene el Ejército y está vivo”
El tercer testigo fue Osvaldo Sierra, hermano de Elmo Sierra, quien se encuentra fallecido y es víctima en esta Megacausa. Según relató, su hermano (quien fue secuestrado en diciembre de 1977 junto a Villanueva) era empleado municipal y vivía en calle Viamonte de la ciudad de Bahía Blanca.
Además, explicó que “trabajaba en una imprenta donde se imprimía en Concejo Deliberante los diarios de sesiones”. Al momento de la desaparición, al no volver a su domicilio, la familia salió en su búsqueda rápidamente:
“Lo primero que hicimos con mi cuñada, fue recorrer las instituciones de salud, a ver si estaba en algún hospital, con resultado negativo. Luego empecé a recorrer otros espacios y empecé a ir a una institución que era el Servicio de Inteligencia a pocos metros de acá. Lo hacía diariamente”.
Cabe aclarar que el testigo se refería al Destacamento de Inteligencia 181, que se ubicaba en calle Chiclana, entre Las Heras y Lavalle de Bahía Blanca. “Un día subiendo esas escaleras”, continuó recordando, “se me cruza una persona que bajaba, y me dice ‘lo espero en 10 minutos en la esquina, que quiero hablar con usted'”. Una vez en el café al que fue citado:
“Me dice ‘usted nunca hablo conmigo, no lo conozco, no me conoce, lo que le puedo decir es que a su hermano lo tiene el Ejército y está vivo. Pegó media vuelta y se fue”.
A partir de allí, la familia comenzó a reclamar en el Comando V Cuerpo de Ejército, donde diariamente lo atendía el Coronel Hugo Delmé (quien falleció condenado por causas de Lesa Humanidad) negándole la presencia de su hermano. También aclaró que frecuentó de manera continua los juzgados federales, presentando denuncias ante el juez Madueño y nunca recibió respuesta.
Posteriormente, Sierra y Villanueva fueron liberados. Fueron trasladados de la Escuelita en un auto, luego los obligaron a bajarse y les dijeron que caminen sin darse vuelta y Sierra le relató luego a su hermano que pensó que los iban a asesinar. “Me dijo que pensó: ‘¿Que se sentirá recibir un balazo por la espalda?'”, recordó, “porque él creía que no iba a salir vivo de esto. Habían sido muy maltratados en La Escuelita”.
A continuación, se les cruzó un patrullero, les pidieron sus documentos y al no tenerlos, los llevaron a la cárcel, completando la simulación y el blanqueo de ambas víctimas.
“Un día me llaman por teléfono de la Unidad Carcelario de Villa Floresta diciéndome que estaba mi hermano ahí”, comentó el testigo, “que había sido detenido a la noche”. Asimismo, expresó que:
“Pude hablar con mi hermano y me contó que lo habían tenido en la famosa Escuelita del Ejército, muy mal, a él y a otro más, Villanueva. Mi hermano se comió un año de cárcel, injustamente, aparte de haber sido molido a palos en La escuelita para que confesara algo que nunca había hecho”.
El testigo asegura que su hermano estuvo aproximadamente cuatro o cinco meses desaparecido hasta que él recibió el llamado de la cárcel, donde la familia pudo saber su paradero. Para finalizar, pidió al tribunal que “estas cosas se esclarezcan, yo entendí que los responsables fueron el Ejército Argentino“.
“Les dije que era bailarina y se concentraron en golpearme las rodillas”
En cuarto lugar, se pudo escuchar el testimonio de Marina Herrero, quien fue víctima de secuestro en diciembre de 1976, en la esquina de Chiclana y Alsina -pleno centro bahiense- cuando se dirigía a una fiesta en el barrio Palihue junto a dos amigos.
Herrero, que contaba con tan solo 17 años en ese momento, fue abordada por hombres de civil que la encapucharon y la condujeron al Centro Clandestino “La Escuelita”.
La mujer relató que los interrogatorios sufridos en ese lugar eran referidos a un tío suyo, Huber Herrero, que era trabajador de la Universidad Nacional del Sur y con el cual ella tenía un estrecho vínculo. La testigo contó que:
“Unos días antes de ese 29 de diciembre, la casa donde él vivía fue atacada y todas las personas que vivían con él, otros cuatro, fueron muertos”.
Al día siguiente, la familia se enteró a través del diario La Nueva Provincia de lo acontecido, sin que supieran nada sobre su tío. Las preguntas en el Centro Clandestino giraban en torno a saber “donde habíamos escondido a mi Tío“, recordó, “y nosotros pensábamos que él había sido muerto o desaparecido“. Recién en el año 2004, la familia se enteró que Huber estaba vivo.
“Yo estudiaba danza, estaba en octavo año, me faltaba uno para recibirme” y “estudiaba en la escuela La Inmaculada, en cuarto año”, explicó la declarante, “y realizaba alfabetización solidaria en la Villa Sánchez Elías y anteriormente en Villa Nocito“.
Además, señaló con respecto a sus compromisos sociales y políticos, que “también participé de un grupo de escoutismo que se llama la Pequeña Obra y era militante del PRT, ERP“.
Luego de ser secuestrada, la llevaron a La Escuelita atada y vendada, y la colocaron en una cucheta. Luego, un guardia al que identificó con el sobrenombre de “vaca” la llevó a la sala de torturas por un pasillo donde había más secuestrados. Herrero recordó:
“Me llevan por un pasillo, donde me empujaron y me patearon y me caí arriba de gente. Así a las patadas y empujones me llevaron a la sala de torturas”.
“Allí me ataron los tobillos y los puños con algo metálico, y la cama o camilla, era algo metálico”, prosiguió, “ahí vino la tortura“. La víctima detalló que “eran tres personas. Dos estaban permanentemente y otro entraba y salía“, y agregó:
“Me acuerdo de uno que llamaban ‘Tío’ y era el que preguntaba… Y el que torturaba y le enseñaba a ‘Vaca’ como torturar se llamaba ‘laucha’. Pase por tres sesiones de torturas”.
Herrero relató que el interés del interrogatorio era saber sobre su tío. “Estoy segura que no sabían de mi militancia, sino me hubieran pedido más datos y nombres”, manifestó, “la tortura se alargó hasta no soportar más, hasta querer morirse”. “Mucha violencia sádica“, agregó.
Luego de varias horas allí, la víctima les dijo a sus captores que era sobrina de un Almirante de la Marina de apellido Sylvester, y eso hizo que la saquen del Centro clandestino en muy malas condiciones, casi sin poder pararse debido a brutales golpes en las rodillas y sin poder hablar por tener la lengua totalmente hinchada. Al respecto, expresó que:
“Cuando me preguntaron en qué andaba, yo les dije que era bailarina, entonces se concentraron más en golpearme las rodillas y yo creí que no iba a caminar más, porque fue muy violento”.
Además, señaló que la aplicación de corriente eléctrica le dejó secuelas neurológicas. Su salida ocurrió en un auto, atada, vendada y amenazada para no decir nada de lo sucedido. Ante esto, ella logró llegar a su casa sin que la vea su familia, subió a su moto y simuló un accidente para que no sepan que las heridas eran del secuestro y producto de las torturas.
Solo le narró lo sucedido a un compañero del PRT, Hugo Fuentes, quien se encuentra desaparecido. A su familia pudo contárselo muchos años después. “Después que declaré en el 2012, mejoré bastante”, recordó, “estuve 30 años sin decir ni una palabra sobre todo eso“.
Posteriormente, se exilió en Brasil y su vida a partir de su secuestro cambió para siempre, dejándole secuelas físicas y psicológicas permanentes.
“Aparecía gente muerta por todos lados y no sabíamos cuando nos tocaba a nosotros”
El último testimonio de la jornada fue el de Marta Noemi Groch, esposa de Roberto Omar Staheli, y testigo de su secuestro y del de Domingo Menna, ambos víctimas de esta Megacausa.
Staheli y Mena eran militantes de la Juventud Peronista. En julio de 1976, de madrugada, Staheli fue secuestrado en su domicilio de Laudelino Cruz al 1300 por un grupo de personas vestidas de civil y armadas, en presencia de su compañera Marta Noemí Groch y su hija de dos años. Groch relató que esa noche:
“Irrumpieron con golpes muy fuertes, gritando que eran policías. Cuando abre la puerta (su esposo) lo enfocan con un reflector, lo taparon con una manta. Yo vi cuatro personas, tapadas con medias de nylon en la cabeza, y el que dirigía dijo: “El hombre al auto, la mujer al baño”. Yo le pedí por mi hija que tenía dos años, y me la alcanzaron y tiraron en el baño con ella. Revisaron y revolvieron toda la casa”.
Su esposo fue trasladado al Centro Clandestino “La Escuelita”, donde permaneció esposado y sometido a cautiverio, interrogatorios y torturas. Alrededor de 20 días después, fue llevado a otra construcción del mismo predio clandestino, donde continuó en idénticas condiciones.
Luego de su secuestro, la mujer relató que “a partir de ahí empezó la odisea de la búsqueda, recorrí muchos lugares… muchos”. “Destacamentos policiales, ejército, policía federal… Nadie sabía nada”, agregó con mucha emoción. Además, remitió que intentó realizar la denuncia y no se la tomaron, e intentó presentar un Habeas Corpus y tampoco tuvo éxito.
En una de esas búsquedas, fue acompañada por Antonio Domingo Menna a la sede del Ejército a preguntar por Staheli y, como consecuencia, “a los pocos días vinieron por él. Así que eran dos búsquedas después”, relató.
A partir de ahí el barrio Bella Vista era permanentemente hostigado y sitiado por las fuerzas. Con tanques, controles, calles cerradas y allanamientos masivos. “Los vecinos dormían vestidos por miedo a que los vengan a buscar de madrugada“, graficó. Después de un mes y medio, aproximadamente:
“Una noche tocan la puerta y apareció Roberto. Yo creí que estaba alucinando, porque la situación era de aparecer gente muerta por todos lados y no sabíamos cuando nos tocaba a nosotros. Estaba físicamente destruido, delgadísimo, con barba hasta el estómago, lastimado”.
“Los primeros tiempos estaba en un estado de depresión y persecución permanente“, agregó, “eso perdura en la vida, aunque trata de superarlo”. Su esposo también le relató que en cautiverio había estado con Zulma Matzkin, quien luego fue asesinada en un falso enfrentamiento y que ella le pudo contar que había sufrido abuso sexual allí adentro.
El pecado de ser Peronista
Posteriormente relató cómo con su compañero y un grupo de militantes tenían militancia en el barrio Miramar, donde daban clases de apoyo y ayudaban al barrio a organizarse. Acercaban las políticas públicas, como salud o transporte, etc. a quienes lo necesitaran en el barrio, y sus habitantes los recibían con mucho agradecimiento y afecto. Al respsecto, señaló:
“Las maestras nos preguntaban ¿Qué hacen ustedes en el barrio que los chicos están tan bien? Hacíamos un trabajo netamente social. Él era Peronista y eso parecía pecado. Menna era peronista como nosotros”.
Groch también contó que hubo más víctimas del Terrorismo de Estado entre los que participaban de esa actividad social barrial. “Eran chicos muy jóvenes, de entre 17 y 18 años que venían a ayudar”, “como Robertito López, otro que se llamaba Adrián Carlovich y su hermano”, todos ellos víctimas de la Megacausa.
Trigesimonovena audiencia de la Megacausa Zona 5 (24 de noviembre de 2022)
¿Cuándo siguen las audiencias?
Las audiencias continuarán el día 1 de diciembre, en la sede del Tribunal Oral de Chiclana y Lavalle. Los juicios son Orales y Públicos, y puede concurrir cualquier persona que así lo desee, con su DNI.
Además, las audiencias también se emiten de manera virtual por el canal de YouTube de la subsecretaria de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires y por el canal del Poder Judicial.