Se llevó adelante una nueva jornada de alegatos en la Megacausa Zona 5, en la que se analizó la responsabilidad del médico Humberto Adalberti y el enfermero Osvaldo Bonini como responsables de asistir a las y los torturados en el Centro Clandestino La Escuelita.
Con un cambio en el día habitual de audiencia, se llevó adelante el pasado martes 10 de septiembre la centecima séptima jornada de alegato a cargo del Ministerio Público Fiscal en la Megacausa Zona 5, en la que se juzgan delitos de Lesa humanidad en la ciudad de Bahía Blanca.
Siguiendo con la responsabilidad de los 36 imputados en el juicio, y una vez concluido el análisis de la acusación hacia los guardias del Centro Clandestino La Escuelita, esta vez fue el turno de la descripción de las responsabilidades que le caben a dos acusados claves por el puesto que ocupaban relacionados con la asistencia de salud.
Se trata de Humberto Luis Fortunato Adalberti, capitán médico; y Adalberto Osvaldo Bonini, Sargento enfermero. En el marco de la acusación de la Fiscalía, el fiscal Pablo Fermento explicó que ambos “concurrían al Centro Clandestino La Escuelita para brindar la atención médica y sanitaria a las personas cautivas”.
Megacausa Zona 5: “Los guardias eran quienes aseguraban el cautiverio en extremas condiciones”
El rol médico-sanitario dentro del Plan Sistemático concentracionario
El mismo tratamiento que se daba en el Centro Clandestino La Escuelita se aplicó a lo largo de todo el país, en los casi 800 Centros Clandestinos (CCD) que al día de hoy se comprobó que existieron:
“La atención sanitaria a través de la provisión de medicamentos, enfermería y atención médica, resultó esencial para prolongar el cautiverio de los secuestrados en el centro de tortura, quienes eran sometidos a tormentos mientras se decidía el destino de cada uno de ellos.”
Como ya se ha descripto en este alegato, las víctimas permanecían sometidas a un estado de crueldad e inhumanidad permanente. Eran atadas y tabicadas, estando semi desnudos, hacinados, mal alimentados y en estado deplorable de higiene, pasando semanas o meses sin bañarse.
A eso, que ya constituía una tortura, hay que sumarle las permanentes sesiones de tortura y violencia general. Así encontraban a las víctimas Bonini y Adalberti cuando acudían al centro de cautiverio a “asistirlas”. Todo en la más absoluta ilegalidad.
“El mantenimiento con vida de las víctimas era necesario hasta haber agotado su utilidad como fuente de información y hasta que se definiera el destino final, que era una decisión que se tomaba en los conclaves por las jerarquías”, detalló el fiscal Pablo Fermento, “hasta ese momento, las víctimas debían permanecer con vida”.
Además, existían “ventajas que ofrecían las prestaciones médicas a los fines la extracción de la información”, ya que la tortura acarreaba el riesgo de matar a la víctima y era el personal de salud quien decía cuando parar o cuando seguir torturando.
“La tortura consistía en mantener a la víctima entre la vida y la muerte, y por eso se convertía en una incumbencia médica”, sintetizó el fiscal.
Con esta asistencia de los médicos y enfermeros en los CCD se sostenía la clandestinidad de los delitos, ya que la víctima no ingresaba a ningún hospital, sin dar cuenta de la gravedad del estado y de la naturaleza del mismo.
Toda esta sistematización del rol a cumplir por el personal de sanidad en los centros clandestinos existía por escrito y se hallaba incluso reglamentada, tal como la fiscalía mostró en la audiencia.
La fiscalía sustentó la presencia de ambos acusados en el centro clandestino, dando detalle de los numerosos testigos-víctimas que así lo corroboraron y declararon en juicio.
Otra de las pruebas de la presencia de médicos en el CCD fueron los rastros de artículos de enfermería, como ampollas, cánulas, jeringas, vendas y restos de medicamentos que fueron encontrados por los profesionales que realizaron el relevamiento arqueológico en La Escuelita, cuyo informe es parte de la prueba en el juicio.
Un párrafo aparte, merecieron en este fragmento de la exposición del alegato los contundentes testimonios de los soldados conscriptos, que fueron testigos involuntarios en los años del Terrorismo de Estado y la concreción de los delitos aberrantes que la dictadura genocida cometió. Los aportes de los ex conscriptos médicos Alberto Taranto y Daniel Fonti fueron esenciales.
Además, muchos de los militares jerarcas responsables de la subzona 51 confirmaron que “los recursos humanos y materiales para la realización de las tareas sanitarias dentro del centro clandestino fueron provistos por el hospital de evacuaciones 181 y por la división sanidad del Comando V Cuerpo de Ejército”, expresó el fiscal.
Los Generales Adel Vilas y Abel Catuzzi reconocieron, y sus declaraciones son prueba en los juicios, que la logística sanitaria para los Centros Clandestinos era provista por el hospital de Evacuaciones 181. Proveían tanto médicos, como enfermeros y medicamentos.
El torturador de La Escuelita, el “Laucha” Julián Corres, también aseveró que los médicos que venían al Centro Clandestino eran capitanes del Hospital de Evacuaciones. Adalberti tenía el grado de Capitán.
“Escuchaba esa voz cuando me picaneaban”
Humberto Luis Fortunato Adalberti, quien llega a juicio por primera vez, está acusado por los delitos de Lesa Humanidad cometidos contra 139 víctimas que pasaron por el Centro Clandestino La Escuelita.
Los ex conscriptos médicos Taranto y Fonti aseveraron la concurrencia al Centro Clandestino de los capitanes médicos Jorge Streich, quien admitió su concurrencia en los juicios por la verdad y falleció impune, y de Adalberti.
Daniel Fonti declaró en causa Bayón: “Si Streich no estaba, iba él. O iba el enfermero Bonini, o iba Adalberti”. Entre tanto, Taranto corroboró que “Adalberti acudía a La Escuelita cada vez que no lo hacia el Capitán Streich“.
Más adelante, la fiscalía relató cómo algunos testigos reconocieron a Adalberti. Un sobreviviente declaró que, una vez en libertad, en una reunión social pudo asegurar que “escuchó y reconoció su voz, y uno de sus amigos le dijo q era un médico de apellido Adalberti, quien había sido jefe en la Cruz Roja y se había desempeñado en el ejército”.
Esa voz era la misma que escuchó en la sala de torturas del Centro Clandestino La Escuelita. “Escuchaba esa voz cuando me picaneaban, como que calmaba a los torturadores cuando me ponían la picana para evitar que me maten”, declaró el sobreviviente de manera contundente.
Cabe destacar que esta prueba fue tomada y avalada por la Cámara para que Adalberti sea llevado a juicio. Con toda la prueba presentada, la fiscalía sostuvo que:
“Adalberti realizó aportes esenciales para asegurar la asistencia médica sobre las victimas sometidas a cautiverio y torturas en el CCDT y E La Escuelita, entre ellas las mujeres desaparecidas que dieron a luz en cautiverio María Graciela Izurieta y Graciela Alicia Romero, cuyos hijos fueron apropiados”, concluyó la Fiscal Paula Molini.
“Bonini me decía que iba a atender gente a La Escuelita”
Adalberto Osvaldo Bonini, quien también llega a juicio por primera vez y se encuentra imputado por los delitos aberrantes cometidos contra 125 víctimas que pasaron por La Escuelita, se desempeñaba como enfermero de la división sanidad del Comando V Cuerpo de Ejército con el grado de Sargento primero.
Los ex conscriptos Taranto y Fonti resultaron coincidentes en declarar que, junto a la concurrencia de médicos al Centro Clandestino, también concurría asiduamente Bonini como enfermero:
“El sargento Bonini llevaba medicamentos y concurría a realizar curaciones a los cautivos del Centro Clandestino La Escuelita. El mismo me decía que iba a atender gente a La Escuelita”, declaró Daniel Fonti.
“Cargaba la medicación en su Fiat 600 y en su Fiat iba a la Escuelita“, continuó Fonti en su declaración en referencia a Bonini, “era el que avisaba si lo superaba lo que había para hacer, y ahí sí, o iba Streich o iba Adalberti”.
Además de todo lo contundente de lo expresado por los ex conscriptos, Fonti contó una situación donde Bonini le solicitó ayuda para atender a una mujer en el Centro Clandestino: “tenía una chica muy descompuesta, no sé si estaba embarazada o tenía algo ginecológico, yo le dije que de eso no tenía nada que ver”, negándose a acompañarlo.
En cuanto al otro ex conscripto, Alberto Taranto, su declaración fue concordante con la de Fonti y agregó que Bonini actuaba en su labor de llevar los medicamentos al Centro Clandestino en connivencia con el “Laucha” Corres, el principal torturador de La Escuelita.
Aseguró que a ambos los vio “decenas de veces” venir con un listado al hospital y llevar los medicamentos al CCD.
El camarada delator
Una perlita para resaltar con respecto a estos dos imputados estuvo dada por una prueba contemporánea presentada, que tiene que ver con una entrevista radial que Adalberti le dio a una radio de un medio local del día 4 de agosto del 2020.
En este contexto, el acusado señaló que además del médico Streich había un enfermero de apellido Bonini que se había hecho cargo de la atención de La Escuelita, que “le daba una mano al doctor Streich” y que le constaba que “Bonini acompañaba a Streich a todos lados”.
El textual se puede escuchar en la nota que ha sido presentada como prueba en esta causa. “Con camaradas como Adalberti, no hace falta tener enemigos”, debe pensar Bonini.
Bonini declaró en 1999 en los juicios por la Verdad, cuando no existía posibilidad de condena gracias a las leyes de Impunidad reinantes, y al verlo y escucharlo, diversos sobrevivientes del Centro Clandestino presentes en la audiencia, lo identificaron como el enfermero que asistía a La Escuelita a llevar medicamentos y atender a los secuestrados.
En otro orden de cosas, existe otro testigo que involucra a Bonini directamente en la concreción de un operativo, dando cuenta de que su actividad general estaba a disposición del plan sistemático criminal del Terrorismo de Estado.
El testigo Paris Senesi declaró que como testigo presencial del operativo de secuestro de la víctima de esta Megacausa Julio Infante, amigo de Senesi, pudo ubicar en el mismo al acusado Bonini, referenciándolo por su nombre, cargo y profesión.
Senesi relató que el propio Bonini se lo reconoció, diciéndole que “en esa oportunidad le había dado un culatazo al propio Senesi”.
Para la fiscalía no existen dudas de “la directa participación de Adalberto Osvaldo Bonini con la actividad criminal y clandestina desarrollada en el marco del V Cuerpo de Ejército y especialmente en el centro La Escuelita, asegurando el éxito del plan criminal”.
Además, “realizó aportes esenciales para asegurar la asistencia médica sobre las victimas sometidas a cautiverio en La Escuelita, entre ellas las mujeres que dieron a luz en cautiverio, cuyos hijos fueron apropiados”, concluyendo así la acusación sobre el personal de salud que “asistía” a personas secuestradas ilegalmente en el Centro La Escuelita.
Al final de la audiencia, la fiscalía desarrolló la acusación sobre el genocida Héctor Jorge Abelleira quien ya posee una condena a prisión perpetua sancionada en 2012 en la denominada Causa Bayón.
Centésima séptima audiencia de la Megacausa Zona 5 (10 de septiembre de 2024)
¿Cuándo continúan las audiencias?
Nuevamente en la semana en curso será cambiado el día de audiencia y la misma se realizará el día miércoles 18 de septiembre, desde las 9 horas, en la sede del Tribunal Oral Federal en Chiclana y Lavalle, cuando se continuará con el alegato del Ministerio Público Fiscal. Asi mismo, la siguiente está anunciada para el jueves 26 de septiembre.
Cabe recordar que los juicios son orales y públicos, y puede concurrir cualquier persona que así lo desee presentando su DNI.
Además, las audiencias se pueden observar en el canal de YouTube del Poder Judicial, de la subsecretaria de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires, y también en el micrositio de la Megacausa Zona 5 en el Ágora Digital.