A un mes de la trágica inundación de Bahía Blanca el 7 de marzo pasado, Mauricio Montero, vecino del Barrio Napostá, compartió su testimonio sobre cómo vivió junto a su familia la catástrofe.
En diálogo con Juani Guarino en El Ágora 2025 en Radio Taboo, relató desde los angustiantes momentos en que debieron refugiarse en el techo hasta el conmovedor despliegue de solidaridad que experimentó después.
Una mañana que cambió todo
“Fueron 20 minutos, no más”, recordó Mauricio sobre el lapso entre que notó el ingreso de agua y el momento en que debió subir al techo con su pareja y sus dos hijos pequeños. “Pasamos de eso a un metro diez, un metro veinte de agua adentro y fuera de la casa”, describió sobre la velocidad con que se desarrolló la tragedia.
Con su hijo mayor de 10 años y el menor de apenas 2, la familia improvisó un refugio en el techo de su vivienda en calle Florencio Sánchez, cerca del Paseo de las Esculturas.
“Mi miedo era hasta dónde iba a llegar, porque mi nene de dos años es muy chiquitito, no tiene posibilidad ni sabe nadar”, relató sobre esos momentos de angustia.
Tras hora y media expuestos a la lluvia sosteniendo una chapa para proteger a su familia mientras caían rayos, fueron auxiliados por vecinos que los vieron desde un altillo. “Che, ¿por qué no vienen para acá? Y aunque sea, los nenes no se mojan”, les ofrecieron, brindándoles refugio hasta que pudieron bajar cerca de las 19 horas.
Las pérdidas materiales
Al reingresar a su casa, Montero se encontró con un panorama desolador:
“Encontré como un fango, como un barro que tenía la plasticidad de… No sé, como un moco, era algo que era chicloso”.
Los muebles flotaron y se entremezclaron, las puertas se deformaron por la presión del agua y prácticamente todas sus pertenencias quedaron destruidas.
El valor de la solidaridad
A pesar de la tragedia, Mauricio destaca especialmente la solidaridad recibida:
“Desde esa persona que nos ayudó, familiares que nos dieron refugio, gente que nos pasó ropa, personas que nos daban una mano con una pala y ni siquiera eran del barrio”.
También valoró la presencia tanto del Estado como de voluntarios: “Vi gente de distintos puntos de la provincia viniendo a ayudar con las palas”.
“Creo que un poco la frase sería que nadie se salva solo”, reflexionó Montero, destacando que más allá de las pérdidas materiales, el acompañamiento recibido fue fundamental.
“Que siga ese espíritu de querer ayudar al prójimo porque esto va a dejar una huella en Bahía Blanca, pero espero que nos enseñe a seguir con este espíritu de dar una mano sin importar quién sea”, concluyó.