Con el precio internacional a niveles récord en una década, la crecida en el valor de la oleaginosa calienta el debate por los derechos de exportación. La reacción preventiva del complejo terrateniente agroexportador.
El precio internacional de la soja superó este martes los 600 dólares la tonelada y se ubica a estrecho margen de batir su máximo histórico, de agosto de 2012, cuando en el Mercado de Chicago marcó los 644 dólares.
La suba actual se contextualiza en un alza generalizada de commodities agropecuarios. Tanto cereales como oleaginosos se ubican en sus máximos de casi la última década, con la soja y el maíz a la cabeza, como reflejo de un pérdida de valor relativo del dólar. La diferencia respecto de la situación de hace casi diez años, cuando la soja, principal materia primera exportable de la Argentina, tocaba su techo, es que el país contaba con un nivel de retenciones más alto. La inflación entre 2011 y 2013 se ubicó en la mitad de los valores actuales.
El actual esquema es prácticamente el mismo que dejó Mauricio Macri, con apenas una actualización en la soja -tras una rebaja en el último trimestre del año pasado- y el cambio del componente de retención fija que aplicó Cambiemos por pedido del Fondo Monetario Internacional por una alícuota, lo cual es una modificación clave porque no desaparece con las constantes devaluaciones de la moneda (como pretendía Cambiemos).
De todos modos, en promedio son entre un cuarto y la mitad de lo que representaban hace diez años en la mayoría de los granos y derivados.
La discusión sobre los derechos de exportación sobre un sector con ventajas comparativas extraordinarias de la economía se fue empobreciendo. Las corporaciones agropecuarias se envalentonaron tras el lockout de 2008.
Luego del voto “no positivo” del entonces presidente del Senado, el radical Julio Cobos, tras lograr que se eliminara la resolución 125 de retenciones móviles iniciaron la cruzada en contra de todo tributo hasta luego conformar y promocionar un partido que los represente; y luego también les falló.
Los derechos de exportación no son sólo un mecanismo de recaudación y reasignación de recursos hacia otros sectores de la economía. En un contexto de fuerte alza de las materias primas, las retenciones permiten desacoplar esas cotizaciones internacionales de los valores en la economía real.
Con excepción de breves lapsos de interrupción, los derechos de exportación se aplican desde su inicio en 1862, bajo el Gobierno de Bartolomé Mitre, según el historiador Mario Rapoport.
Este lunes el poroto de soja se encareció 1,5 por ciento hasta los 605 dólares por tonelada, nivel similar al de 2012 y un 100,4 por ciento por encima de los contratos anotados a mediados de marzo del año pasado. Los futuros de la oleaginosa en las posiciones más cercanas se ven “impulsados por la activa demanda externa por el poroto norteamericano“, explicó la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR). El maíz cotizó en 295,3 dólares la tonelada (precio comparable al de 2013 y 148 por ciento más elevado que el de fines de abril del año pasado).
Dentro del equipo económico comenzó a debatirse la posibilidad de ajustar las alícuotas de retenciones para evitar el traslado de esos precios récord en los alimentos. Políticamente las condiciones no están dadas, consideran, porque la decisión que debe tratarse en el Congreso podría abrir un frente de tormenta en la previa de las elecciones legislativas.
En particular, se hace foco en el caso de los cereales, donde los derechos están tal como los dejó el macrismo luego de haberlos eliminado y reemplazado al final de su mandato por un monto fijo de 4 pesos por dólar FOB.
En 2012, el esquema de retenciones del gobierno de Cristina Fernández, con valores para la mayoría de los granos en niveles récord como los actuales, era de 25 por ciento para el maíz, de 28 por ciento para el trigo, de 35 por ciento para la soja y de 32 por ciento para el girasol, con tres puntos porcentuales de diferencial arancelario para los productos de primera transformación industrial. Actualmente, la soja tributa 33 por ciento, mientras que el maíz y el trigo, lo hacen un 12 por ciento.
En el trienio de 2011 a 2013, la inflación medida por el INDEC osciló entre 9,5 y 10,5 por ciento interanual, mientras que las consultoras privadas -algunas sancionadas por inconsistencias en las mediciones de precios– la estimaron entre 20 y 25 por ciento, la mitad del nivel actual de precios con los alimentos en los más alto del ranking de alzas.
En 2014, las restricciones a la compra de dólares desató una fuerte ola especulativa con la divisa y esas oscilaciones, que derivaron en una depreciación del peso, impactaron en los precios internos.
Macri prometió y (único caso) cumplió con la eliminación de retenciones a la carne y a todos los granos con excepción de la soja, para la cual estableció un mecanismo de reducción gradual de puntos de la alícuota.
La fuga de capitales que alentó con la flexibilización financiera profundizó la restricción externa de divisas y, tras el auxilio del FMI, aplicó retenciones a las exportaciones de todos los bienes y servicios, con un monto fijo de 4 y 3 pesos respectivamente por dólar FOB.
Cuando asumió Alberto Fernández se actualizó el esquema de retenciones y dejó sin efecto los 4 pesos por dólar exportado, que fueron reemplazados por un porcentaje fijo del 9 por ciento (lo que representaba en ese momento esos 4 pesos). “Esta medida no es más que una adecuación“, explicó en ese momento el ministro de Agricultura, Luis Basterra.
La soja quedó entonces con una retención del 30 por ciento, mientras que los cereales (trigo y maíz) con 12 por ciento. Se redujo además, en diciembre último, a un 7 por ciento la alícuota para el girasol. Para la carne porcina se recortó en cuanto puntos a 5 por ciento, al igual que para la carne ovina y la harina de maíz.
En el margen que le dejó la ley votada en el Congreso, El Gobierno ajustó tres puntos más las retenciones sobre la oleaginosa, llevándola a 33 por ciento, y desató el primer “tractorazo” de las corporaciones ruralistas al Gobierno.
Sin embargo, el maíz, al igual que el trigo, tributan menos de la mitad de lo que lo hacían con los mismos precios hace casi una década. Los precios internos del pan y la harina, como así también de la carne que utiliza al maíz como alimento para producir la proteína animal, reflejan la falta de una barrera de contención ante estas cotizaciones exorbitantes que llegaron para quedarse.
Ante la posibilidad de que se aplique algún retoque en las retenciones y aprovechando los precios por las nubes, el complejo agroexportador aceleró el ritmo de liquidación.
Durante el mes pasado ingresaron 3031 millones de de dólares, siendo récord para ese meses respecto de los últimos siete años. A fin del año pasado, para que el sector dejara de retener sus cosechas y liquidara los dólares, el Gobierno aplicó una reducción temporal de tres puntos sobre la soja, además de reducir la alícuota en carne y una veintena de granos y derivados, un mal precedente para empezar a negociar una suba necesaria en el actual contexto.