Finalmente Sergio Massa confirmó, no sólo que participará del Frente de Todos, junto a Unidad Ciudadana y el PJ, sino que no irá a internas y optará por encabezar la lista de diputados nacionales por la Provincia de Buenos Aires. De este modo, el tigre vuelve al redil y el peronismo se reconstruye hacia futuro a partir de los tres espacios en los que se dividió luego de su salida de Casa Rosada.
El Frente Renovador tuvo su origen en 2013, con una arquitectura conformada por intendentes del peronismo, disgustados con la conducción de Cristina Fernández de Kirchner. Fue entonces que aprovecharon la buena imagen del tigrense y la caída en la imagen de la presidenta durante su segundo mandato para hacer un armado que representara a quienes sentían como propios, permitiéndole acceder a bancas legislativas a nivel provincial y nacional.
La fractura del peronismo en 2013, luego de la fractura con el peronismo sindical de Moyano en 2012, dejó al partido del General dividido casi casi a medias en la Provincia. Mientras que los renovadores tenían su incidencia en la primera sección electoral, de la que Tigre forma parte, el kirchnerismo se asentó en la tercera sección.
Juntas, primera y tercera sección, constituyen el poderoso “Conurbano Bonaerense”, donde se disputan algo así como el 60% de los votos a nivel provincial y casi el 25% a nivel nacional.
Luego de su triunfo en 2013, la estrella de Massa fue en descenso, acercándose cada vez más al horizonte, pero siempre tuvo la habilidad para mantenerse dentro de los factores relevantes de la escena política nacional.
En 2015 logró sobrevivir a través de un acuerdo con el cordobesismo a través de una interna en PASO con De la Sota. En 2017 ensayó una bizarra alianza con Margarita Stolbizer, una dirigente que hoy día es vista como poco más que una segunda línea de Elisa Carrió. Luego desapareció de la escena pública tras quedarse fuera del Senado y volvió en 2018 como un opositor a Macri. ¿Qué iba a hacer sino?
Sergio Massa es el todo del Frente Renovador, un partido cuyo dirigentes dependen, justamente, de su intención de voto para poder renovar sus bancas legislativas y las intendencias que gobiernan. En un contexto de polarización creciente y en el que “la ancha avenida del medio” se fue haciendo cada vez más angosta, fueron los propios renovadores quienes le reclamaron a Massa acordar con Cristina primero, y luego, ya anunciada su candidatura, con Alberto Fernández.
Por otra parte, hace ya seis años, el portazo de Massa al salir del kirchnerismo fue un llamado de atención para la estrategia electoral de Cristina, que se reactualizó hace 2 años con la candidatura de Florencio Randazzo, funcional a Cambiemos como una estategia de “adelgazamiento” de los votos de la expresidenta. El acuerdo con Massa significa que el kirchnerismo tomó nota de ese llamado de atención, en un contexto que la debacle perpetrada por el gobierno de Mauricio Macri ayuda a los abrazos y reconciliaciones entre peronistas.
Su regreso al peronismo a través de la conformación del Frente de Todos es la frutilla del postre que corona el proceso de reorganización del peronismo en la oposición. La candidatura de Cristina en 2017 impidió que se genere un bipartidisimo neoliberal, pero no alcanzó para el triunfo que hubiera significado una reorganización detrás de la conducción de la expresidenta. He ahí que con el renunciamiento histórico de la senadora se intentó desactivar la “tercera vía” a través de la desarticulación de un peronismo antikirchnerista y sin vocación de revertir el proceso neoliberal impulsado por Mauricio Macri.
Con los principales lugares de las listas del frente peronista ya ocupados, es evidente que la apuesta de Los Fernández es la de reconstituir el peronismo en su unidad, pero siempre mirando a futuro. No se trata de añorar el armado de 2011 sino de pensar en la construcción de una nueva mayoría que incluya a todas las vertientes -peronistas y no peronistas- que tengan la voluntad de estar en la vereda de enfrente de Mauricio Macri y de bregar por la justicia social.