La comunidad como héroe: El Eternauta y la brújula que sí funciona

eternauta

En su última columna de “Fuera del Libreto”, emitida en El Ágora 2025 por Radio Taboo, el politólogo Alejo Leguizamón analizó el fenómeno de El Eternauta, la serie argentina que se convirtió en un suceso internacional, y propuso una lectura más allá de la trama, enfocándose en su mensaje político, su potencia simbólica y su profunda reivindicación de la comunidad como respuesta a la adversidad.

Exportar Argentina al mundo

Leguizamón comenzó destacando el fenómeno internacional que desató la serie: fue tendencia global, alcanzó el top tres en Estados Unidos y encabezó rankings en más de 20 países. “Es una gran oportunidad para exportar Argentina al mundo”, señaló, remarcando que esta producción logró combinar calidad técnica con una fuerte identidad nacional, sin caer en estereotipos nacionales forzados.

En ese sentido, elogió la decisión del director Bruno Stagnaro y del equipo de producción de grabar en escenarios reales del país y con actores argentinos. “Lo viejo sirve, Juan” dice el personaje del Tano Favalli en una de las escenas, haciendo referencia a que solo los vehículos que ya tenían varias décadas seguían funcionando en medio de la catástrofe. Pero lo interesante es que esta referencia es para los autos y camionetas que usarán en la serie: “aparece una Estanciera, un Falcon, un Torino, un Ami 8, un Renault 12, todos vehículos de producción nacional” expresó. Para Leguizamón, esa frase sintetiza el espíritu de la serie: una reivindicación implícita de lo producido en el país y del pasado industrial.

El Eternauta como espejo de nuestra historia reciente

Uno de los ejes centrales del análisis de Leguizamón fue la manera en que la serie adapta la historieta original de Oesterheld y Solano López al presente, y cómo esa actualización pone en juego nuevas referencias históricas y sociales.

En esa clave, destacó cómo se incorporan elementos del siglo XXI, como una trabajadora de plataformas, o la decisión de convertir a Juan Salvo en excombatiente de Malvinas. También subrayó referencias explícitas a las asambleas de 2001 y al rol de las iglesias como espacio de refugio y contención social. “Es una serie que teje vínculos con nuestro pasado reciente. No es casual.”

Pensar desde la comunidad

Pero el corazón de su lectura está en el concepto de comunidad. Leguizamón insistió en que tanto la historieta como la serie proponen una idea muy clara: el héroe no es un individuo aislado, sino un grupo que se organiza. “Cada personaje aporta desde su lugar tanto en la serie como en la historieta: el ingeniero, el periodista, el metalúrgico, el pibe que labura en una verdulería, la repartidora. Todos son necesarios.”

En esa línea, planteó una crítica al modelo que propone soluciones solo pensando desde el Estado y no también desde la comunidad: “La serie muestra que cuando todo se desmorona, la comunidad aparece. La respuesta nace desde abajo, con organización, solidaridad y humanidad.”

A través de múltiples ejemplos de la serie, el politólogo fue desgranando esa idea: desde el uso de autos de fabricación nacional hasta los pequeños gestos de organización ante la catástrofe. “Lo que los salva no es la acción individual, sino la acción en grupo”, resumió.

Una brújula que no está rota

En tiempos de crisis, propuso retomar el mensaje de la historia: “Hoy vivimos en una sociedad cada vez más deshumanizada. Y sin embargo, cuando la catástrofe golpea, la solidaridad brota. Ahí hay algo muy profundo, algo que tal vez tengamos que volver a poner en el centro.”

Sobre el final, Leguizamón citó una escena en la que Favalli mira una brújula que gira sin sentido y concluye: “La brújula anda bien, lo que se rompió es el mundo.” Tomando la frase como referencia, dijo: “La brújula sigue siendo la comunidad, la solidaridad. Lo que tenemos que ver es justamente como aportar a arreglar este mundo”.

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