La estrategia de Casa Rosada: ceder en las provincias para impedir triunfos peronistas y realizar un acuerdo supraestructural con los gobernadores

Desde Casa Rosada desplegan una estrategia heterodoxa en términos de construcción política. No buscan construir fuerza propia en base a la otrora prestigiosa marca Cambiemos, sino potenciar los oficialismos provinciales para impedir triunfos del peronismo, priorizando un armado superestructural con los gobernadores.

Así se manejó el poder central de Cambiemos en Neuquén y en Río Negro, con el objetivo de mostrar a un kirchnerismo que no tiene lo suficiente para ganar y sin importarle dejar tirado al candidato propio, como sucedio con la radical Lorena Matzen que obtuvo menos del 6%. En Casa Rosada ya no importa romper la alianza Cambiemos en las provincias del interior, sino fundamentalmente, ceder en lo necesario para retener el poder central.

El duranbarbismo entendió que la percepción de la debacle económica pone su origen en el presidente y no en el grueso de los gobernadores, que en elecciones anticipadas apuestan a “desnacionalizar” las elecciones, corriéndose de la grieta Macri vs Cristina, poniendo el eje por el contrario en la cuestión provincial.

Así, Marcos Peña no tiene reparos en arreglar con los gobernadores pasando por encima de los candidatos de Cambiemos, la mayoría de ellos miembros de la UCR. Esto de paso, le permite adelgazar las pretensiones del partido radical de ir a las PASO con candidato presidencial propio. A diferencia de lo que pasa con el presidente, cuya imagen está por el piso, los mandatarios provinciales han logrado mantener márgenes de legitimidad que les permiten retener sus gobernaciones.

De este modo, el poder central de la Casa Rosada no logra extenderse a las provicias pero logra evitar algo mucho más factible, a saber, el avance de la oposición real y el consecuente debilitamiento de la figura de Macri que se produciría con el ascenso de nuevos gobierno de signo político contrapuesto al PRO.

Cambiemos tiene ya una estrategia delimitada y aceitada por el poder comunicacional que despliega, no sólo desde el Estado, sino a través de la alianza con los medios hegemónicos. Casos como el de Samid poco ayudan a esta situación, ya que la estrategia comunicacional cambiemita se los factura a la oposición peronista que termina pagando el pato por lo que es poco más que una aventura personal e individualista.

De este modo, la campaña 2019 presenta más complejidades que lo que uno podría suponer. La disputa entre Casa Rosada y el peronismo no es de igual a igual, sino que el oficialismo nacional logra capitalizar en el corto plazo derrotas que en el fondo desgastan su proyección nacional, pero que no generan un efecto colapso a raíz de los acuerdos superestructurales entre el poder central y los estados federales.

Por otra parte, el frente político desplegado por Soria en Río Negro, donde sumó a todos los espacios y sellos existentes en la provincia y no logró obtener un caudal de votos relativamente superior a los que el peronismo cosechó en 2015. Esto es un llamado de atención al panperonismo, que debe advertir que la unidad por sí misma no es garantía de un triunfo electoral, sino que es poco más que la posibilidad de triunfar.

Para que un triunfo opositor se materialice concretamente, no alcanza con juntar los pedazos del panperonismo sino ofrecer un proyecto político superador al del macrismo, tanto como de gobernadores que se presentan como una tercera posición presuntamente equidistante tanto al macrismo como al kirchnerismo.

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