Boca y lo que Macri no perdona, ni entiende

Las elecciones del Club Atlético Boca Juniors traspasaron las barreras deportivas para ser una batalla entre dos modelos de gestión, de liderazgo y de sociedad. De un lado, el expresidente Mauricio Macri, del otro, el ídolo Juan Román Riquelme. Y el club estandarte del “movimiento popular más grande del mundo” en el medio.


El pasado 2 de diciembre los socios y socias de Boca deberían haber podido votar a las autoridades de su club, donde se enfrentan la fórmula Juan Román Riquelme-Jorge Ameal para presidente y vice, respectivamente, y Andrés Ibarra-Mauricio Macri por la oposición.

Sin embargo, el macrismo logró suspender los comicios mediante una cautelar que desnudó -nuevamente- las relaciones carnales entre el fundador del PRO y los tribunales. Macri teme la posibilidad certera que el oficialismo renueve la conducción del popular club y que esta vez Riquelme ocupe la primera magistratura de la institución, y no sólo el liderazgo deportivo y simbólico.

Sucede que, pese al pobre desempeño del equipo mayor en el último año, el balance de la primera gestión de Ameal-Riquelme arrojan un saldo positivo al Xeneize:

  • Bajo la actual gestión, Boca ganó 6 de los 19 torneos que disputó (contra 2 de 16 en la 1ª gestión de Macri y 3 de 17 con Daniel “Tano” Angelici, hombre de Macri).
  • Durante los años de Ameal-Riquelme hubieron 8 finalistas de Copa Libertadores, de los cuales el único equipo argentino fue Boca, siendo además el único equipo argentino en llegar dos veces a semifinales y el único club nacional en jugar los cuatro torneos.
  • Las inferiores vivieron su época dorada con esta gestión. El club se consagró campeón de las copas Libertadores Sub-21 y de la Intercontinental Sub-21 y en la última final de la Copa Libertadores jugaron Ezequiel “Equi” Fernández, Valentín “Colo” Barco, Nicolás Medina y Guillermo Matías “Pol” Fernández, cuatro jugadores surgidos de las inferiores del club.
  • Y en materia económica, el club registró un balance positivo y un aumento del Patrimonio Neto de un 25,9% desde diciembre de 2019 a junio de este año, siendo aproximadamente 27 millones de dólares. De esta manera, el Activo Total se incrementó un 22,8% desde el inicio de la gestión y el Pasivo creció un 9,5%.
  • Además, durante el presente ejercicio, el club canceló la deuda contraída en ejercicios anteriores y, además, saldó las contraídas en el ejercicio contable actual.

No por nada, días antes de la elección, algunas encuestas ubicaban al bimonio Riquelme-Ameal casi 10 puntos por encima de Ibarra-Macri. El expresidente no se podía permitir una derrota aplastante en el mismo club que utilizó como plataforma para impulsar su carrera política hacia el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, y luego de allí a la presidencia de la Nación.

Y en un tratamiento exprés, las elecciones xeneizes se suspendieron hasta nuevo aviso, bajo la denuncia de supuestas irregularidades con el padrón. Esto provocó inmediatamente la reacción de los hinchas del club, que protagonizaron la mayor movilización popular de una institución civil en la historia de la República Argentina el pasado domingo 2, cuando el mismo Riquelme participó del “banderazo” junto a 37 mil hinchas.

Riquelme entre la multitud de 37 mil fanáticos que marcharon en el “banderazo”.

El devenir judicial de la elección excede los propósitos del presente artículo. En cambio, analizar la enemistad personal entre sus protagonistas y las concepciones político-sociales antagónicas en pugna quizás ayude a comprender por qué esta polémica se convirtió en el nuevo epicentro de la política nacional argentina.

Una vieja enemistad

Los desencuentros entre Macri y Riquelme comenzaron desde el inicio de sus carreras en Boca, en 1996. Ya en aquellos primeros años, el magnate quiso venderlo al club italiano Parma, pero Riquelme se opuso categóricamente. Tras heredar la Nº 10 del mismísimo Diego Maradona, Riquelme gana todo lo que había para ganar en el “dream team” comandado por Carlos Bianchi: tres torneos locales, Libertadores y la Intercontinental contra el Real Madrid.

Así todo, Macri insistía con su intención de venderlo, ahora al Barcelona, y su socio Gustavo Arribas (quien años más tarde comandaría la Agencia Federal de Inteligencia en el gobierno de Cambiemos) era quien estaba detrás de la operación.

El 10 de marzo de 2001, Macri anunciaba que Riquelme estaba vendido al club catalán en 26 millones de dólares, un récord para el fútbol local. El ídolo bostero aseguró no estar al tanto de la decisión del club, y aventuró que lo hicieron por no querer arreglar su contrato.

El malestar del astro hacia la comisión directiva macrista comenzó tras un pedido del futbolista, quien quería un reconocimiento de dinero por los importante logros obtenidos. El entorno del “10” aseguraba que ganaba lo mismo que un juvenil del plantel.

Diez días después del anuncio, en un superclásico contra River Plate, Riquelme marcaba el segundo gol en la victoria por 3 a 0 cuando realizó el más icónico festejo en la historia del futbol argentino: corrió hasta la mitad de la cancha, se detuvo y puso las dos manos detrás de sus orejas, con su mirada apuntando al palco oficial, donde a excepción de Macri estaba gran parte de la comisión directiva.

El festejo fue para mi hija porque le encanta el Topo Gigio“, fue la irónica respuesta. Desde entonces, el “Topo Gigio” fue el festejo emblema de la rebeldía deportiva. Riquelme y Macri jamás volvieron a reconciliarse. El quiebre definitivo tuvo lugar en 2019, cuando el máximo ídolo de Boca integró el espacio opositor que por primera vez en décadas destronó al macrismo del club.

La lucha por el Poder y los antagonismos de clase

Más allá de su irrecuperable vínculo personal, lo que divide a Macri de Riquelme es una enfrentamiento de concepciones político-sociales que excede incluso las identidades partidarias.

Como buen liberal, para Macri todo se reduce a una relación de mercado. Todo tiene un precio, un valor de cambio. Todo puede comprarse y todo puede venderse. Jugadores, un club, el Estado-Nación. Durante sus mandatos usó a Boca Juniors como una empresa privada (siendo en verdad una asociación civil sin fines de lucro) que le sirviera con el fin último de catapultar su carrera político-partidaria.

También por eso quiere volver a la dirigencia del Xeneize, para que sea su trampolín a un puesto mayor de nivel mundial: la presidencia de la FIFA.

Macri y el actual titular de la FIFA, el suizo Gianni Infantino.

De hecho, fue el propio Macri quien reconoció haberle pedido explícitamente a Riquelme que convocara a Almoez Ali, el delantero que juega de 9 en la selección de Qatar, para mantener el sponsor de la aerolínea Qatar Airways en la camiseta azul y dorada. Es decir, aplicar un criterio de negocios para imponer un cambio en un equipo de fútbol por encima del cuerpo técnico y de los jugadores.

Macri y Tamim bin Hamad Al Thani, emir de Qatar.

Pero Riquelme, como tantas otras veces, se negó a los caprichos empresariales de Macri, por priorizar la vida social del club.

Y eso es porque para Riquelme lo que debe primar no es la mirada de los negocios, sino el rol social de los clubes deportivos, de las asociaciones civiles sin fines de lucro. En definitiva, son dos miradas antagónicas que confrontan dos concepciones respecto a la Rēs pūblica (“Cosa Pública” en latín): si debe imponerse el imperio del lucro privado, o si se debe priorizar el equilibrio y el bien comunitario.

Y de allí también se desprende dos concepciones respecto al poder. Mientras para Macri el poder proviene del mérito individual y de los recursos -a tono con su discurso meritocrático y liberal-, en las propias palabras de Riquelme: “Tener poder es que la gente te quiera mucho porque vos algo le diste, porque alguna alegría le diste“. No se trata de acumular para uno, sino dar a un otro.

La frase de Riquelme no fue azarosa: Como ejemplo de “la persona con más poder” referenció al mismísimo Maradona, quien también se enfrentó durante toda su vida con Macri. De hecho, el propio expresidente dijo hace poco que “se terminó la época de Maradona“, de líderes trasgresores y disruptivos. Comentario que le valió el repudio de la comunidad futbolera y de la familia del 10.

Pero más allá de sus enfrentamientos con Macri, a Maradona y Riquelme los une sus orígenes humildes. Una cuna de barrios de chapa y potrero de barro que los acercan a valorar a la comunidad y la solidaridad entre compañeros, del latín cumpanis (cum: “con” y panis: “pan”), cuya traducción literal es “con pan” dándole el significado de “compartiendo el pan” o “los que comparten el pan”, “comer de un mismo pan”.

El niño de Villa Fiorito que soñaba “con jugar en primera y ganar el mundial” se convirtió en una figura cuasi-religiosa que traspasó las barreras de lo deportivo para ser un ídolo, ícono de la cultura popular, representante indiscutido de “lo argentino” y del fútbol mismo.

En tanto, el jovencito de Don Torcuato aspiró a representar quizás un pago -apenas- más chico, pero no por ello menos simbólico: a Boca, y su concepción de club con función social.

De la vereda de enfrente, Mauricio nació en cuna de oro, sin que esto signifique de forma alguna un comentario despectivo. Sin embargo, su origen de clase alta, como heredero de los tradicionales Blanco Villegas y de los Macri, le hace afín a una idea meritocrática que no contempla las desigualdades socio-económicas de origen.

Desigualdades que le aseguran a los ricos vivir con sus riquezas aseguradas, y a las clases populares condenadas a la marginalidad -por mucho esfuerzo que hagan para salir de ella-.

Por eso Macri no puede entender una concepción del mundo que no se apegue al mercado. No comprende ni perdona que alguien no acepte ser su empleado aún si la paga es buena, como ha hecho con jueces y periodistas durante toda su carrera.

La expresión máxima de esta confrontación ideológica tuvo lugar en abril de este año, cuando tras la victoria de Boca sobre Racing 3 a 1, Riquelme defendió su gestión, arremetió contra el Macrismo y sentó su posición:

“Le pido a los hinchas de Boca que solamente hagan un poquito de memoria y no se dejen llevar por esta gente mala que no quiere al club. Lo quieren usar para hacer política, no lo quieren para otra cosa”

“Yo soy de Boca porque nací Bostero, no soy hincha de ningún partido político y esa gente usa el club para eso“, profundizó el último 10.

“Entiendo que detrás de los periodistas hay gente poderosa y tienen miedo de quedarse sin trabajo, entonces dicen pavadas y mentiras para no quedarse sin trabajo”, disparó el dirigente, sin medias tintas.

“Yo tengo la suerte de que desde los 18 años que debute en este estadio que no tengo jefe, para mi es maravilloso y a esa gente le molesta porque a mí no me pudo controlar nunca. Yo nunca fui y ni voy a ser empleado de ellos“, sentenció Riquelme en aquella oportunidad, afirmando una frase que sería el slogan de los hinchas.

Macri no perdona ni entiende por qué Riquelme no aceptó ser su empleado. No adhiere ni comprende una concepción no lucrativa del deporte -alejado de todo rol social-. No comprende un liderazgo sustentado en el amor en vez del dinero.

Y esa diferencia entre liderazgos carismáticos y plutocracias (gobiernos de los ricos) encuentran en las clases populares una recepción radicalmente distinta: Mientras los primeros se convierten en representantes de su cultura, los segundos son meros administrativos, burocráticos y enriquecidos, que les son ajenos a su cotidianeidad.

Por eso el rostro de Juan Román Riquelme -como el de Maradona- aparece en banderas, remeras, murales y tatuajes; y en contraposición no existe un sólo estandarte con la imagen de Macri, ni mural que lo recuerde, ni tatuaje que perdure por siempre.

Dichas diferencias se cimientan con el paso del tiempo, que entrona a los ídolos en la memoria, al tiempo que barre con los recuerdos de quienes quisieron lucrar con glorias ajenas.

Lejos de querer hacer futurología, quizás en 100 años perduren algunos murales y siga vivo el recuerdo de los ídolos. Mientras que al mismo tiempo, estaremos terminando de pagar la deuda que contrajo Macri cuando condujo los destinos de la Nación. No hay juez más implacable que el tiempo.

Por todo ello, la actual disputa por el Club Atlético Boca Juniors no es una mera elección entre agrupaciones que se disputan la dirigencia de un club. Son dos concepciones antagónicas de la sociedad. El lucro privado o la contención social. Empleados o socios. Sociedades Anónimas Deportivas o Instituciones Civiles sin Fines de Lucro. En definitiva, la disyuntiva es Macri o Boca.

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