Según un reciente informe de la Universidad de Avellaneda, de los nueve países de la región, el salario mínimo argentino (297 dólares) ocupa la sexta posición, igualando a Bolivia, y por detrás de Uruguay (457), Chile (456), Ecuador (394) y Paraguay (348). Por otro lado, por debajo de nuestro país se encuentran Perú (281 dólares), Colombia (262) y Brasil (261) y Venezuela (5 dólares).
En 2015 el salario mínimo argentino era el más alto (5.588 pesos, equivalente a 580 dólares). Hoy, tras la brutal devaluación de 2018 y luego de que el Gobierno adelantara la cuota, asciende a los 12.500 pesos (297 dólares), y se encuentra en el ránking de los salarios mínimos más bajos de Latinoamerica.
De hecho, la merma del último año -en torno al 37%- sólo se vio superada por la registrada en Venezuela (40%), país atravesado por un duro conflicto interno y un brutal ataque político y económico de parte de Estados Unidos y varias potencias occidentales.
En Argentina, la caída del 49% en la era Cambiemos, equivalente a más de 200 dólares, no sólo valió el retroceso frente a las demás economías sudamericanas, también profundizó la brecha entre la realidad y las garantías que establecidas en el artículo 116 de la Ley de Contrato de Trabajo. Según la normativa, el Salario Mínimo Vital y Móvil (SMVM) debe garantizar al trabajador -sin cargas de familia- la remuneración mínima que requiere para asegurar su alimentación adecuada, vivienda digna, educación, vestuario, asistencia sanitaria, transporte, esparcimiento, vacaciones y previsión.
Cabe recordar también que el deterioro del SMVM tiene impacto indirecto sobre el conjunto de los trabajadores, ya que establece un piso muy bajo en materia de ingresos, y directo sobre los trabajadores y trabajadoras de la educación y de la economía popular. En el primer caso, debido a que el salario mínimo docente está atado al SMVM (lo debe superar por ley en un 20%); y en el segundo, en función de que el Salario Social Complementario equivale al 50% del SMVM.
Pese a que el presidente Mauricio Macri había asegurado semanas atrás que “la inflación ya está bajando” y pronosticó que “lentamente va a mejorar la economía”, el último dato oficial de enero arrojó un incremento del Índice de Precios al Consumidor (IPC) del 2,9% y un acumulado anual del 49,3%. De hecho, en todo 2018 la inflación cerró en un histórico 47,6%, la más alta desde 1991.