La situación con el coronavirus ha sacudido al mundo entero. Pero en particular, un importante grupo expuesto a la infección lo constituyen la población de mujeres, donde se entrelazan los estereotipos de género y las desigualaciones laborales.
Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2007, mostraba cómo los roles de género clásicos ubican a varones y mujeres en espacios, tareas y tiempos diferentes, que llevan a que las segundas queden en situaciones más expuestas a enfermar.
Debido a que son las primeras cuidadoras de niñxs, personas de la tercera edad y personas enfermas, esto también aumenta considerablemente su riesgo de contagio.
En este sentido, las diferencias de los géneros en relación al tipo de tareas que realizan, (llamado segmentación horizontal) ubica a las mujeres componiendo un 70% de la población de profesionales de la salud en todo el mundo, llegando en algunos casos como China a un 90% como menciona el informe de la OMS.
La diferencia económica tampoco las favorece, según datos de INDEC de 2018 se muestra cómo en Argentina la tasa de empleo se diferencia por 20 puntos superiores en caso de los varones, es decir están en mayor porcentaje ocupados laboralmente que las mujeres que además en caso de estarlo, ganan en promedio un 26,2% menos que sus pares varones.
La ocupación en las tareas domésticas es encabezada por las mujeres en un 75% a diferencia del 25% de los varones. La diferencia tanto en desocupación, subocupación como en los tipos de ocupación y la calidad de la misma, componen un fenómeno que se denomina “Feminización de la pobreza”.
Esto por supuesto, impacta negativamente en la salud de las mujeres, que debido a construcciones culturales y de género, a mandatos impuestos socialmente y a creencias en torno a sus roles, quedan en posición de ser ampliamente más expuestas al contagio del virus incluso en una situación de pandemia.