La demora en las entregas de Sputnik V retrata el actual cuello de botella tecnólogico y geopolítico en el que los países centrales se disputan la llave sanitaria que les permita reactivar sus economías.
A pesar de ser un país periférico, endeudado y arrastrando la recesión de los últimos años, Argentina es el país sudamericano que más ha avanzado en materia de vacunación contra el coronavirus.
Sin embargo, el país se enfrenta a un complejo cuello de botella global, donde se mezclan las promesas incumplidas de los laboratorios trasnacionales y una cruenta lucha geopolítica en la carrera contrarreloj que disputan las naciones más poderosas del planeta, que saben que inmunizar y reactivar sus economías son la misma cosa.
En estos momentos, el país debía contar con cinco millones de dosis de Sputnik V peró sólo recibió 820 mil. Argentina espera el llamado desde Rusia para ir a buscar otras 220 mil esta semana. La incertidumbre de aquí no es una excepción, sino la regla para casi todos los países, y el gobierno del Frente de Todos, presidido por Alberto Fernández busca que, aunque se dilaten los plazos, el plan de vacunación esté garantizado.
A comienzos de la semana pasada, el Fondo Ruso de Inversión Directa y el Instituto Gamaleya advirtieron que la demora en las entregas se debe a que están ampliando la capacidad para producir más dosis, por la alta demanda de la vacuna rusa en América Latina.
Aseguraron, un “aumento significativo” en el segundo semestre, pero hasta entonces habrá retrasos de hasta tres semanas. “Sin embargo, la Argentina, que ha sido uno de los primeros países en aprobar Sputnik V y con quien hemos establecido una sólida alianza, seguirá recibiendo la vacuna”, aclararon.
En el país ya se aplicaron (hasta el viernes 29 de enero) 344.034 vacunas. De ese total, 65.583 personas ya recibieron también la segunda dosis.
Hay un escenario planetario: una lucha encarnizada de los países centrales por asegurarse las vacunas, con reclamos a fabricantes desbordados.
Primero fue Pfizer–BioNtech, cuyos problemas de entrega comenzaron en Europa, en diciembre. El miércoles, Madrid y Cataluña debieron suspender “al menos durante esta semana y la siguiente” las primeras dosis de Pfizer y Moderna por la falta de suministro. Italia estudia demandar a Pfizer por los retrasos, y en Alemania reprogramaron diez semanas su operativo de inmunización. El gobierno francés, a las puertas de la tercera ola con la cepa británica que ya representa el 11% de los casos nuevos, diseñó una campaña para vacunar a 7 millones de personas.
Los laboratorios apenas entregaron 1,5 millones de dosis. Y ahora en Europa las miradas apuntan a la otra gran proveedora: AstraZeneca.
La tensión escaló cuando diez días atrás la farmacéutica anglo-sueca, anunció que no podrá entregar la cantidad acordada con la Unión Europea. De las 300 millones de dosis acordadas en agosto, podrían recibir un 40% este trimestre, según Reuters.
La empresa adujo problemas de producción en las plantas europeas, pero en la UE dicen que nadie les dijo “cuál es el problema real”, con otro detalle: Reino Unido e Israel las están recibiendo en tiempo y forma.
Los británicos avanzan en su plan de vacunación, con 11,6 cada 100 personas vacunadas, seis veces más que Alemania, aunque se centran en aplicar a la mayor cantidad de gente posible la primera dosis, y ya tienen retrasos en la segunda.
Desde AstraZeneca sostienen que el reparto normal a los británicos se debe a que se abastecen de dos plantas propias, y que Inglaterra firmó el contrato tres meses antes que Europa. Ahora, la UE exige recibir parte de las dosis de la isla, allanó una planta de AstraZeneca en Bélgica y amenaza con bloquear la exportación de vacunas si no recibe las dosis comprometidas.
En principio, la debacle europea de AstraZeneca no afectaría a la Argentina, salvo que, contrario a los acuerdos previos, los europeos terminen recibiendo parte de las vacunas cuyo principio activo se produjo en la planta local de mAbxience (en breve parte la segunda tanda de 6 millones de dosis para ser envasadas en México). Stella Kyriakides, la comisaria de Sanidad de la UE, reclamó: “El principio de que quien primero llega, primero se lo queda, puede servir para la carnicería de barrio, pero no en un contrato“.
El mercado contra la salud
Un documento publicado esta semana por la Red Argentina de Investigadoras e Investigadores de la Salud (RAIIS) subraya que la respuesta colectiva y solidaria ante la pandemia duró lo que llevó enunciarla. Lejos de los primeros anuncios en 2020 de declarar la vacuna un bien público global, prima la lógica del mercado.
“Los países adoptan salidas individuales, aisladas, y en definitiva dejan a la mayoría en un ‘sálvese quien pueda’”, remarca Belén Herrero, investigadora del Conicet en el Área de Relaciones Internacionales de FLACSO Argentina, e integrante de RAIIS.
“Las vacunas son un bien escaso y con límites de producción. Cuando quedan en manos del mercado, llegan a los países con más recursos, pero aun muchos de ellos no las están recibiendo en los términos acordados. Hay denuncias de países que pagaron mucho más por las vacunas y fueron redireccionadas sin respetar acuerdos previos”.
La OMS calcula que en 2021 se necesitarán 2 mil millones de vacunas para combatir a la pandemia. Y las naciones ricas, que concentran sólo el 14% de la población mundial, ya pre-adquirieron más de la mitad del primer suministro.
El 95% del total están destinadas a solo diez países. Mientras Latinoamérica adquirió poco menos de una dosis por persona (y casi todas las vacunas constan de dos dosis), EE UU y el Reino Unido tienen 4 por persona, y Canadá se aseguró casi 9, aunque también padece las demoras de Pfizer.
“No me importa lo que estén construyendo, cumplan con las obligaciones del contrato porque hay vidas en peligro“, exigió el primer ministro de Ontario, Doug Ford. En el otro extremo, Oxfam señaló que nueve de cada diez países de bajos recursos no tendrán acceso a la vacuna este año.
Mientras crece una suerte de “nacionalismo inmunológico” y cada cual quiere asegurarse sus dosis, la canciller Angela Merkel declaró en el Foro de Davos que para lograr un reparto justo “hay que optar por la vía multilateral“.
“En este contexto, el escenario de Argentina no deja de ser alentador. Es de los pocos países que comenzó a vacunar, y en un continente de los más desiguales y golpeados por la pandemia”, agrega la investigadora del Conicet, Belén Herrero.
“Fue acertado ir a buscar rápidamente todas las opciones disponibles, y de fabricantes como Gamaleya, a los que no estaba mirando el Norte global”.
En el medio de la guerra geopolítica inmunológica crece la demanda para que se liberen las patentes. Un centenar de países miembros de la OMC adhirieron a la propuesta de India y Sudáfrica, para aprobar una exención temporaria de los derechos de propiedad intelectual para los medicamentos y productos sanitarios durante la pandemia. En América Latina, Argentina, Venezuela y Nicaragua expresaron pleno apoyo. El único país de la región que se manifestó en contra fue Brasil. La OMC pospuso la discusión hasta marzo.
Hasta el momento, la Argentina es el país de Sudamérica con mayor porcentaje de vacunas aplicadas (0,65 cada 100 habitantes), casi el doble que Brasil y Chile, que este lunes comenzará su plan de vacunación masiva, con dos millones de dosis de la vacuna china Sinovac. Precisamente, la República Popular China aumentó su producción para el mercado interno, ante nuevos contagios.
Esto es un rompecabezas mundial de imposible resolución a corto plazo, donde la Argentina trata de mantenerse en pie mientras afronta un virus que muta y que, según una investigación publicada esta semana por la Universidad de Hurlingham, contagia al menos cuatro veces más de lo que marcan los índices oficiales de positividad.