El derecho más importante es el derecho a la salud

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En las últimas semanas asistimos a un activismo jamás imaginado: el activismo contra la salud pública, con declaraciones, escuálidas manifestaciones y el agite de ciertos medios de prensa.

Montados en las dificultades que ocasiona en la población un aislamiento prolongado y, en la economía de algunos sectores del comercio y trabajadores independientes, pretenden erosionar la propuesta exitosa de enfrentar a la pandemia con unidad nacional.

Ese instrumento – Argentina Unida – es lo que nos da la oportunidad de encarar transformaciones posteriores a la pandemia en la búsqueda de un país más justo. Se agita la consigna “devuelvan nuestros derechos”. Se proclama que se han suprimido los derechos de reunión, circulación y trabajo. Sin tener en cuenta el Derecho a la Vida de los habitantes, del cual el Derecho a la Salud es su soporte principal.

Cuando hay derechos que colisionan entre sí, es necesario definir cuál de esos derechos es el que tiene mayor jerarquía. La existencia de dos derechos en conflicto pide una solución, y la solución se encuentra decidiendo cual es el derecho más importante.

El coronavirus mata. Lo cierto es que hay muertos de todas las edades, y casi nadie quiere jugar a la ruleta con su vida. Solo las personas tenemos derechos, y los muertos dejan de ser personas en el momento de su fallecimiento. Los muertos ni circulan, ni se pueden reunir ni pueden trabajar.
Si bien es cierto que el Covid19 no es la única causa de fallecimientos, la diferencia es que la capacidad de contagio de este virus puede desencadenar una tragedia, como vemos en otros lugares. Con adecuada acción política y sanitaria son muertes evitables.

Desde un enfoque moral, quien desconoce el derecho a la vida humana, se desconoce a sí mismo como ser. Es la mayor afrenta a su propia humanidad que podría irrogarse a sí mismo. Ni hablar de la desconsideración que implica no tener en cuenta la de los otros.

Desde la perspectiva del derecho, preservar la vida es lo más importante. La vía para que sea efectivo es respetar el derecho a la salud. Está garantizado en la Declaración Universal de Derechos Humanos (Art. 25) y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Art. 12), ambos incorporados a nuestro “Bloque de Constitucionalidad” por el Art. 75, inc. 22 que incorpora dichos tratados a nuestra Constitución.

Históricamente la Ciudad de Buenos Aires ya ha sufrido un azote comparable. En 1871 se produjo la epidemia de fiebre amarilla, y en ese marco la Provincia de Buenos Aires clausuró saladeros y los obligó a trasladarse lejos de la ciudad.

Los empresarios exigieron a la Provincia una indemnización por los gastos que les demandó la mudanza, el caso se judicializó, llegó a la Corte, y la Corte al fallar, el 14 de mayo de 1887 pronunció varias frases totalmente aplicables a la situación presente:

“que es deber de todo gobierno, velar por la salud pública”… que deberían ser aplicadas “la prudencia y cuidado de la salud pública” cuando reabrieran los establecimientos… y la más importante de esas frases, que “ninguno puede tener un derecho adquirido de comprometer la salud pública, y esparcir en la vecindad la muerte y el duelo con el uso que haga de su propiedad, y especialmente con el ejercicio de una profesión o de una industria”.

No se ha conculcado ningún derecho en la República con motivo de esta pandemia. Más allá de la justificación moral que más arriba se ha intentado, debe quedar claro que ningún derecho es absoluto, que todos se ejercen de acuerdo a las normas que reglamentan su ejercicio, y que esto también es válido para los derechos a la circulación, a la reunión y al trabajo.

En circunstancias extraordinarias, el Congreso está facultado a sancionar las leyes que considere necesarias para garantizar los derechos que consagra la Constitución, y los principales de esos derechos son el derecho a la salud pública y el derecho que está en la cúspide jerárquica de todos los derechos, el derecho a la vida de las personas, que la salud pública custodia y garantiza.

El Presidente en circunstancias de necesidad y urgencia dispone de todos los poderes que tiene el Congreso (salvo en lo relativo a legislación impositiva, penal, electoral y de partidos políticos) porque así lo dice la Constitución.

El Art. 99 de la Constitución Nacional enumera todas las facultades del Presidente, y su inciso 3 le da al Jefe Supremo de la Nación la facultad de dictar Decretos de Necesidad y Urgencia.

Por añadidura, el Congreso ya ha aprobado los DNU dictados por el Presidente, de manera que esta “campaña anticuarentena” es un irresponsable e inmoral intento de engañar a los ciudadanos, entera responsabilidad de los dirigentes políticos que la promueven movidos por mezquinos intereses politiqueros y personales, mientras hay centenares de miles de argentinos expuestos a la enfermedad y a la muerte, que a ellos les importan menos que sus propias ambiciones.

En la presentación de extensión del ASPO en el AMBA y algunas ciudades del resto del país del pasado jueves 4 de junio, el Presidente Alberto Fernández, mostrando la unidad en el combate a la pandemia, acompañado de Axel Kiciloff y Horacio Rodríguez Larreta dijo, ante una pregunta, que es su objetivo que “la Argentina encare un futuro con acuerdos” después de la pandemia y que “la pandemia nos da una gran oportunidad de cambio, una gran oportunidad de transformación”.

Tuvo una frase directamente dirigida a la ofensiva de los “cerebros de la grieta” con esto de la “anticuarentena”. Dijo el Presidente: “si no tomamos conciencia de que tenemos un problema y actuamos con la displicencia que algunos nos proponen vamos a tener un problema muy grave”. Fue al responder a la última pregunta de la conferencia de prensa.

No fue casual el momento de esa frase. Fue lo que el Presidente quería que quedara como conclusión. Dicho después de su abierta convocatoria a la unidad, en un escenario de unidad el mensaje fue muy claro: los “anticuarentena” son la pieza que “usan” los enemigos del país con justicia social, porque saben que la unidad los derrotará.

En esa senda debemos seguir, y no solo derrotaremos la pandemia, sino que saldremos fortalecidos y con posibilidad de construir un país mejor.

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